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Mañana será nunca&

Mario Ríos Santander

por Mario Ríos Santander

Jorge Sabag, hasta hace un par de semanas, un hombre que cultivaba su condición de prudente, dejó de ser honorable, título tan manido como inútil. Es cierto que al igual que todos los candidatos democratacristianos, él tampoco quiso figurar con Yasna Provoste en su propaganda. Le devolvían a ella misma su proclamación solitaria frente a la escuela que estudió en Vallenar. Ningún líder, menos el ex presidente DC, Eduardo Frei y mucho menos Ricardo Lagos, quienes ni siquiera fueron mencionados en su discurso proclamatorio. Por ello, parecía normal que Sabag se desentendiera de su candidata. Le quitaba votos. Y por ello también, se dio la licencia de esconderse, como un truhan cualquiera, de los inspectores de salud, a costa de infestar a todo el Parlamento, se escabulló e ingresó a la Sala de diputados y votar favorablemente una acusación en contra del Presidente. Tal como lo hacían otros que de huaso se visten para politiquear y no para enaltecer la patria.

Con Chile no se juega. Tampoco se le estruja en sus fondos públicos.

Sabag, cuya labor parlamentaria, es un misterio, representó lo peor del servicio público. Y mucho mas cuando se mofa del resto porque, los hizo leso, en medio de una creciente nueva ola de Covid que ya ha matado a más de 30.000 chilenos. Los que le aplauden, son los mismos que aprovecharon los buenos años de la Concertación y que ahora niegan, asustados porque los pueden funar. Los mismos que se asustan porque un delincuente disfrazado de combatiente, los tiene amenazado.

¿Qué ha ocurrido? El mundo mira atónito a Chile. Se abruma con el silencio de los que debían hablar. La Iglesia Católica, muda. Los partidos de orden, sin conducción alguna. Alabo a los candidatos que enfrentan el peor escenario de este medio siglo. Han sido activos y dispuestos. Mi homenaje. Lo hacen también en solitario. Pero bien saben que la verdad termina siempre por manifestarse. Reconocemos a las iglesias cristianas el esfuerzo que han hecho por proclamar la virtud, valor este que traspasa el alma, para situarse en el entorno inmediato de una sociedad, hoy confundida. El odio, es el pecado social, elevaba la voz un pastor pentecostal en medio de un templo que volvía a recoger una comunidad que había estado ausente por la pandemia. Luego predicaba la paz, la misma que en calles y plazas de Chile, la han olvidado. Más allá, en el foro de un modesto hogar, encuentro de mar y golfo araucano, una modesta mujer, llena de inquietudes por el futuro de sus hijos, tres profesionales, proclamaba una verdad: Todo aquello que se aparte de la naturaleza, no tiene valor, y el odio sembrado en Chile, es antinatura, solo pido a Dios que mis hijos logren superarlo, trabajen y formen una familia. Expresiones profundas que son el espíritu real de Chile, el mismo que el diputado Sabag, junto a otros ya conocidos, trasgredió insolentemente, desprestigiando aún más el servicio público.

Nos queda este domingo. Lo importante en él, es no atrasar el regreso de la verdad, que es también la paz. Ella, la paz, no cierra los ojos de nuestros problemas, ni menos los ánimos inteligentes de solucionarlos, es simplemente un estado de cordura para volver a conversar.

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