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La Tribuna
Columnista

La educación incompleta

Alejandro Mege Valdebenito

por Alejandro Mege Valdebenito

''Todas las facultades humanas forman un sistema, en que no puede haber regularidad y armonía sin el concurso de cada una. No se puede paralizar una fibra, una sola fibra del alma, sin que todas las otras se enfermen".  Andrés Bello

"Qué hicimos mal en la sociedad chilena - se pregunta el presidente de Empresas CMPC- para que un joven de 29 años, bien educado y formado, termine decidiendo que su vida tiene que ser dada a una causa armada?  Eso es una tragedia".  Más bien deberíamos preguntarnos por el tipo de educación de "calidad" y de formación integral que estamos entregando en nuestra sociedad.  Así,  cuando titulamos de educación incompleta, no hacemos referencia a una persona que no ha finalizado un ciclo, sea básico, medio o superior, sino que, en cualquiera de eso niveles, la educación alcanzada no ha logrado el desarrollo integral de la personalidad humana que es su objetivo fundamental, aun cuando haya adquirido conocimientos, habilidades y destrezas intelectuales sino que, tan importante como aquello -en ocasiones lo es mucha más- exista un vacío en su formación en valores y principios éticos, de comportamientos morales, de respeto por el otro, de sana convivencia, donde las diferencias y los conflictos se puedan debatir con respeto y tolerancia en busca de consensos, donde quien sostiene una posición diferente puede ser un contradictor, más no un enemigo al que hay que abatir o desprestigiar no importando los medios si con ello se fragua el éxito propio el que, por ese medio puede resultar efímero, incluso llegar a ser un factor negativo para las expectativas personales.  La suma de los estudios en una dirección en desmedro de las otras facetas del ser humano no asegura que la educación sea completa ni integral, cuando la práctica de la tolerancia, la palabra franca y honesta, el cumplir con el compromiso libremente adquirido, el respeto por la ley y las normas sociales, la lealtad, la solidaridad y el respeto por los valores nacionales, la paz y la democracia como forma de interacción social no forman parte de la educación recibida.

En todos los niveles sociales se habla de educación de calidad como sinónimo de éxito, entendida calidad como el logro de competencias y habilidades utilitarias y prácticas para abrirse paso en la sociedad, aunque sea a codazos, y competir en el mercado y donde la visión humanista que es tan propia de la educación se encuentra ausente, incluso casi prescrita en el currículo escolar por ser innecesaria o inútil. El desequilibrio en la formación de las personas construye seres humanos incompletos cuyos resultados afecta de distintas maneras la vida en sociedad y los resultados los estamos vivenciando a diario en todos los ámbitos y niveles de la vida nacional. Si no, veamos las palabras y actuaciones de algunos convencionales, felizmente no todos, que, en representación del "pueblo", es decir de cada uno de nosotros, con la educación que la sociedad les ha dado, sume títulos profesionales, estudios de posgrados nacionales e internacionales y con experiencia profesional en diversos ámbitos, usan esa tribuna para imponer sus ideas y descalificar a quienes cometen el delito de pensar distinto. Los ejemplos se multiplican. Si ello ocurre en una instancia de tanta importancia y responsabilidad para el presente y futuro de nuestra sociedad, no resulta extraño que hechos de mayor impacto negativo ocurra en otros ámbitos. Y, eso es lo que hemos hecho mal como sociedad y de lo cual todos, de una u otra manera, somos los responsables por nuestra indiferencia frente al tipo de educación que se entrega incompleta, sin principios, ni valores de sana convivencia. Existen en nuestra sociedad personas que solo tuvieron la oportunidad de cursar estudios básicos que tienen una valiosa formación humana y un comportamiento que resulta un ejemplo de vida modesta, responsable y respetuosa del otro.  Hubo en ellos una formación familiar relevante en ejemplos y valores de humanidad compartida, misión que la familia de hoy y la educación institucional han dejado de lado lo que impactará de manera negativa en la vida democrática hecho que a todos debiera importarnos.

Ninguna persona podría considerarse educada si la concepción humanista de la vida estuvo ausente en la educación recibida.

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