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Columnista

Bolsonaro

Leslia Jorquera

Mario Ríos Santander

por Leslia Jorquera

La izquierda, no se amilana. Han perdido todo, pero siguen convencidos que les han robado las elecciones. Ellos no tienen culpa de nada. En Brasil se demoraron en elegir a su candidato porque “Lula debía volver a la presidencia”.

Lula debe estar que arde de rabia en la prisión. Todo el mundo “progresista”, por su parte, levanta voces desesperadas porque Bolsonaro ganó y por más de 11 puntos. Eso los volvió locos a todos, especialmente a aquellos que tienen complicaciones financieras con plata brasileña en sus campañas criollas. La propia Bachelet, en una amenaza fuera de toda compostura, declara que “Estaré observando muy detenidamente al señor Bolsonaro”, como si eso fuera el fin de los tiempos. En Chile, unos 340 políticos, todos autoconvencidos ser redentores nacionales y latinoamericanos, firman una carta en contra de Bolsonaro, tratándolo con los términos ya conocidos de fascista y otros epítetos, ¿para qué?, para nada, porque no tiene valor alguno.

¿Qué ocurrió en Brasil?

Aquel día que finalizaba la elección de parlamentarios y presidente de la república, en Brasil, surgieron dos noticias al instante. La primera, que un señor Bolsonaro pro militar y algo atrevido, casi lograba los 50 puntos necesarios para asumir de inmediato el triunfo. Y lo segundo, que la Sra. Gilma Roussef, ex presidenta que la expulsaron del gobierno por corrupta, no era elegida senadora. El resto, noticias comunes propias de cualquiera elección. Esto produjo un temblor latinoamericano cuyas proporciones aun no conocemos. Y comenzó un ataque despiadado. En el Congreso Nacional, el lunes, se reunía el mundo cristiano evangélico y de pronto, se tomó el estrado un diputado de apellido Vidal y comenzó una diatriba en contra de lo ocurrido en Brasil, afirmando que los cristiano brasileños son “una tropa de fascistas escondidos en sus templos” y que en la Catedral Evangélica de Santiago, “sólo se hablaba de buenos negocios y no de Dios”, para culminar con una advertencia, “a Bolsonaro hay que derrotarlo ahora”. Al terminar esta ceremonia, decenas de pastores se abalanzaron sobre su persona haciéndole ver la falta de respeto con el pueblo evangélico de América, que comenzaba a despertar.

La izquierda, no se amilana. Han perdido todo, pero siguen convencidos que les han robado las elecciones. Ellos no tienen culpa de nada. En Brasil se demoraron en elegir a su candidato porque “Lula debía volver a la presidencia”. Nada les importó que la justicia lo metiera preso por ladrón, (Se le llama corrupción cuando el ladrón trabaja en el Estado, pero es ladrón igual). Estaba convencido que la fuerza de la izquierda en Brasil era de tal magnitud que, quien representar a Lula triunfaría. Y en la primera vuelta, Bolsonaro le sacó al candidato de Lula 20 puntos de un viaje y ahí comenzó la debacle. Entonces Lula siguió haciendo tonteras. Dispuso que la vicepresidencia de su lista, debía ser ocupado por una mujer comunista. Fue para peor. Los brasileños, cansados de tanta corrupción, se dan cuenta que una buena parte de los remitentes de estas cartas, están comprometidos con la corrupción continental iniciada por Lula y empresas protegidas. El pueblo, con mayor razón, terminó rechazando cualquier posibilidad de retorno de Lula y sus partidarios. Entonces la culpa de todos es Bolsonaro. ¿Habrase visto?.

 

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