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La Tribuna
Columnista

Autoflagelantes y autocomplacientes

Leslia Jorquera

Alejandro Mege Valdebenito

por Leslia Jorquera

No asumir las deficiencias, estar conformes con lo que se tiene y se hace es imposible realizar los cambios que se necesitan ya que, afirman: si todo está bien y este ambiente nos acomoda, ¿qué sentido tiene cambiarlo?

Cuando se plantea la crisis de los valores que sufre la sociedad, las instituciones y las personas; de las debilidades e inconsecuencias, la falta de compromiso y vulneración de todo cuanto les da identidad de lo que se dice y divulga ser, tanto una organización como los miembros de que la componen, cuyos principios, fines y valores se han aceptado de manera voluntaria, a quienes lo afirman se les acusa de ser autoflagelantes, concepto que no está referido al castigo físico que se infiere a sí misma una persona cuando asume las faltas cometidas. La autoflagelación, en el caso que nos preocupa, tiene la finalidad de lograr un “despertar” de las instituciones y las personas, un reconocer algo que no está bien, que hace daño - no físico- sino social, de principios y valores éticos y reorientar los actos humanos; de abrir las ventanas de las instituciones y ventilarlas de todo aquello que la contamina, hacerla creíble y, por ello, confiable y un modelo digno de ser imitado.

Por el contrario, quienes optan por mirar para el lado y desconocer la realidad que  se  vive para, desde ese reconocimiento, buscar e implementar los mecanismos que permitan mejorar lo que está mal, son los autocomplacientes  que, con una actitud conformista, acrítica, que le temen a la verdad y se abstienen de plantearla para no hacerse problemas, que se sienten satisfechos de sus propios actos y de la condición que ostentan o que creen que la sociedad les reconoce. Los autocomplacientes siempre se sienten incómodos con los autoflagelantes que prefieren sacar la basura de abajo la alfombra, exhibirla y avergonzarse de ella. No asumir las deficiencias, estar conformes con lo que se tiene y se hace es imposible realizar los cambios que se necesitan ya que, afirman: si todo está bien y este ambiente nos acomoda, ¿qué sentido tiene cambiarlo?

Tenemos que asumir que la racionalidad económica nos inunda, nada vale por sí mismo sino por la utilidad que tiene; educarse ya no es una aspiración para mejorar como ser humano, de satisfacción personal, bebedor de la cultura por la cultura, sino que el medio para ganar más dinero. Los valores que predominan son los valores de mercado sin una clara distinción entre lo que es bueno y lo que es malo, los límites éticos se corren a discreción y se adaptan a las circunstancias que convengan.

La sociedad requiere hoy más autoflagelantes que autocomplacientes. Se necesitan más personas e instituciones a quienes les inquiete y les duela lo que está pasando en la vida social y republicana, que los valores y las acciones morales retomen su sitial y orienten a la sociedad a una vida más digna, más honesta, más justa y solidaria. Se necesitan más autoflagelantes en política, en economía, en  religión, en funciones públicas, en los negocios, en educación, en fin. La autocomplacencia es inercia, conformismo y eso hace más daño a la sociedad que quienes  asumen la responsabilidad que les compete y hacen algo por reparar los males que le aquejan, aunque sea a consta de ser mal entendido.

Alejandro Mege Valdebenito

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