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La Tribuna
Columnista

La atracción del poder

Leslia Jorquera

Alejandro Mege Valdebenito

por Leslia Jorquera

Se buscan sombras de la vida pasada y presente del adversario, y se sospecha de lo que haría en el futuro.

 

El hombre, dijo Maquiavelo, se dio cuenta que “para ser dueño de su propio destino, debe ser primero dueño del destino de otros” y, en la búsqueda del poder necesario para dirigir a los demás, la política, actividad inherente a la condición humana, resulta ser  el instrumento que le permite  al hombre alcanzar el poder necesario para ejercer influencia y direccionar la vida de la comunidad humana sobre la que se actúa.

Quienes buscan el poder político ven en todos los demás- aún con quienes declaran compartir iguales convicciones ideológicas y han caminado juntos mucho tiempo defendiéndolas- convertidos en potenciales competidores  que amenazan sus aspiraciones, razón por lo que recurren a todos los medios posibles para fortalecerse a sí mismos y desacreditar a los otros, de ahí que se reconozca que la búsqueda del poder se constituye en el primer factor de violencia, que resulta ser un hecho cultural, más que genético.

Violencia en las palabras y en las actuaciones  hace que a los políticos que se estimaba conocer muestren facetas que desdibujan la imagen que se tenía de ellos y aunque  afirmen que no buscan el poder para sí mismos, sino que para servir a otros, no resultan creíbles cuando, seducidos por el poder, renuncian a sus amistades, reniegan de sus convicciones y se transforman en nómades en sus adhesiones partidarias por las que transitan hasta que dejan de serles útiles, se cambian de bando o crean otros referentes.

Es tal la atracción por el poder personal que no hay remordimiento en abandonar la defensa del interés común para dedicarse a conservar u obtener el poder propio y en esa tarea se busquen alianzas, se cedan porciones del poder que se pretende, se hagan promesas que no es posible cumplir, se utilice el respaldo de quienes ya lo tienen  y se maquillen las apariencias. No hay límites en las acciones destinadas a ganar. Se buscan sombras de la vida pasada y presente del adversario, y se sospecha de lo  que haría en el futuro; se levanta la alfombra que pisa cada quien para descubrir y exhibir cualquier indicio de basura que se quiera ocultar y, si no hay nada que ventilar, algo se inventa.

Aún así, la política resulta ser una actividad necesaria y noble cuando el poder que entregan los ciudadanos a personas elegidas por sus capacidades, idoneidad y valores  los representen en la búsqueda de mejores condiciones y oportunidades de vida responden a esa concepción, se hacen respetables y merecedores al reconocimiento público.

Dado el impacto cívico y educativo  que tiene la actividad política y el poder que otorga para influir en vida de los demás, la comunidad espera de los muchos que aspiran a la primera magistratura de la nación demuestren, en las palabras y en los hechos, que se merecen el cargo al que aspiran, aunque uno de ellos haya dicho que “las segundas partes nunca son buenas”.

Alejandro Mege Valdebenito

 

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