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La Tribuna
Columnista

El chanta y el guapo

Cristian Delgadillo Rosales

Juan Secano Rere,
Gaucho de La Patagonia
radicado en Los Ángeles
Twitter: @SecanoJuan
[email protected]

por Cristian Delgadillo Rosales

Tengo tan claras las características de ambos que no puedo dejar de compartirlas con usted, amigo lector, para que esté atento frente a una persona nueva y para que usted mismo sepa si va por el camino del chanta o por el camino del guapo.

“De hablar te arrepentirás muchas veces; de callar, nunca” y “el silencio es elegante” son dos afirmaciones que nos deben hacer pensar mucho antes de emitir alguna opinión o comentario de toda naturaleza y en todo ambiente.

A lo largo de mi vida he conocido a mucha gente: ricos-pobres, creyentes-ateos, flacos-gordos, simpáticos-pesados, humildes-soberbios, bien machos-coligayos, gauchos-urbanos, guapos-chantas. Respecto a estos últimos, tengo tan claras las características de ambos que no puedo dejar de compartirlas con usted, amigo lector, para que esté atento frente a una persona nueva y para que usted mismo sepa si va por el camino del chanta o por el camino del guapo.

Al chanta, de partida, le gusta que lo escuchen y le gusta llamar la atención. No pasa desapercibido y anda siempre hablando fuerte y opinando de todo sin ningún argumento: flota en los clichés y en las frases lindas, pero no es capaz de profundizar en nada. Habla por hablar, sin argumentos de fondo y generalmente carece de la capacidad de agregar valor.

Agregar valor se puede hacer  en todo orden de cosas, porque, por ejemplo, tengo amigos a los que les gusta ser escuchados y les gusta llamar la atención, pero aportan humor, son graciosos y originales, y por supuesto que agregan valor. El chanta no aporta valor y es cada día más chabacano.

En una conversación pausada y serena, o en una reunión de trabajo hay que tener cuidado con lo que se dice. Cada letra que sale de nuestra boca debe tener un mínimo de esfuerzo mental. De lo contrario, se puede caer fácilmente en lo chanta.

Partiendo conmigo mismo, y en esta misma columna, seré cuidadoso y a continuación, más que hablar del chanta, me enfocaré en describir las virtudes del guapo. Las del chanta serán lo opuesto y usted sacará sus propias conclusiones.

El guapo es guapo, o sea, de partida, no puede ser gordo. Puede ser feo genéticamente, pero si es gordo quiere decir que, además, no tiene voluntad para bajar de peso, y con esto pasamos a la primera condición del guapo: la voluntad. Belleza (relativa) y voluntad son las primeras características positivas. El guapo no pierde el tiempo, sabe clarísimo lo que es bueno y lo que es malo. El guapo disfruta en las mañanas una tuna helada. En el trabajo, el guapo es puntual, ordenado, conoce las prioridades y no le quita tiempo a su familia. El guapo tiene siempre el celular en silencio y nunca lo contesta en alguna reunión. Él maneja sus tiempos, sus espacios y sus zonas de confort.

Una de las características del chanta es que no es capaz de agregar valor. Lo intenta, pero abandona a mitad de camino y deja todo sin terminar. Pone las primeras piedras, pero jamás la última, e inventa siempre justificaciones y teorías para desviar la atención. Le sobran excusas para demostrar su chapuza. El chanta siempre quiere plata, lo que está bien, el problema es que no la merece.

El guapo sabe que la vida es dura, frágil y corta y que debe entregarla para ser feliz. El chanta evade esos temas y busca ser nuevo rico para camuflar lo más precioso de la vida: el sentido sobrenatural de ella.

El guapo busca el silencio y el recogimiento para cuidar su vida interior. El chanta ni sabe lo que es eso.

El guapo vive las virtudes humanas, busca conocerlas en la teoría y lucha a diario con espíritu heroico en vivirlas. El guapo confía, le gusta conversar, abre, agranda, invita, convoca, acoge, enseña, está desprendido de los bienes materiales. El chanta es desconfiado, prejuicioso, asustadizo, corta alas, cierra, achica y echa.

El guapo no tiene límites, por eso busca varias veces al año la puesta de sol y necesita ir al mar. El chanta necesita el mar para comerse unos churros en la playa.

El guapo sabe que la vida verdadera comienza recién con la muerte y esta vida corta y terrenal no es otra cosa que un pequeño tránsito para ganarnos la vida eterna. Una guapa muy guapa, Santa Teresa de Ávila, lo dijo así: “La vida es una mala noche en una mala posada”.

Si usted se hace el propósito de recordar a diario esa frase y la medita por algunos minutos todos los días, será cada día más guapo.

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