Nuestra gente

La historia de María Angélica Romero y los mosaicos de la Catedral de Los Ángeles

Autodidacta y perseverante, la artista angelina ha construido una trayectoria de más de 25 años en el mosaico, pasando del trabajo artesanal en su hogar a liderar una de las intervenciones artísticas más importantes de la Catedral de Los Ángeles, dejando su sello en espacios públicos y privados de la ciudad.

La historia de María Angélica Romero y los mosaicos de la Catedral de Los Ángeles, Cedida
La historia de María Angélica Romero y los mosaicos de la Catedral de Los Ángeles / FUENTE: Cedida

María Angélica Romero Gallardo tiene 61 años y más de un cuarto de siglo dedicada al mosaico. No pasó por escuelas de arte ni talleres formales: aprendió sola, en su casa, rompiendo cerámicos con un martillo y dejándose llevar por la curiosidad, la observación y la constancia. 

Hoy, su trabajo no solo está presente en hogares y espacios públicos de Los Ángeles, sino que también forma parte de uno de los proyectos artísticos más grandes desarrollados en la Catedral de la ciudad.

Su acercamiento al mosaico nació de manera intuitiva. Siempre le gustaron las manualidades y el trabajo con las manos, y fue a través de antiguos programas de televisión -principalmente argentinos- que conoció esta técnica. En ese entonces, utilizaba materiales de construcción: cerámicos comunes, azulejos, fragüe y herramientas básicas. "Nunca he pagado por aprender, soy autodidacta cien por ciento", recalca.

Sus primeros trabajos los realizó en su casa, aprovechando cualquier espacio disponible. Partía los cerámicos en el patio, usando jeans viejos para evitar que las piezas salieran disparadas, y luego comenzaba a armar los diseños. 

Uno de sus primeros proyectos fue una mesa de mosaico de aproximadamente 1,20x1,20 metros, que recuerda como un punto de inflexión: el resultado fue mejor de lo esperado y le dio confianza para seguir explorando.

Con el tiempo, comenzó a hacer espejos con marcos de mosaico, muchos de los cuales regaló a familiares y utilizó en su propio hogar. Más adelante, esos mismos trabajos empezaron a venderse entre cercanos y amigos, marcando el inicio de una actividad que nunca se detuvo. "De ahí nunca paré", comenta.

Años después, al vivir cerca de Plaza Pinto, se integró a una asociación de manualistas y artesanos, donde pudo mostrar y comercializar sus trabajos de manera más regular. 

Si bien realizaba otras técnicas junto a su hermana -como pintura y telar-, el mosaico siempre fue su principal sello. Paralelamente, comenzó a registrar su trayectoria en fotografías, muchas de las cuales aún conserva y comparte en redes sociales, mostrando la evolución de su técnica a lo largo de los años.

COMPARTIR LOS APRENDIZAJES

El desarrollo de internet fue clave para ampliar su alcance. A través de redes sociales, empezó a recibir encargos personalizados: números de casas -de los cuales hay muchos distribuidos por Los Ángeles-, mesas, cuadros, jarrones de greda y diversas piezas decorativas. "He hecho de todo tipo", señala, destacando la variedad de trabajos que ha realizado a lo largo del tiempo.

Otro momento importante de su trayectoria fue su etapa como profesora de mosaico. Durante cerca de seis años realizó talleres en distintos espacios de la ciudad. Todo comenzó cuando una conocida, que tenía un centro donde se impartían diversas disciplinas, le propuso hacer clases. 

Al principio dudó: tenía miedo de no saber enseñar o de no tener alumnas. Sin embargo, la experiencia fue positiva desde el inicio. Tuvo una alta convocatoria y continuó dando clases durante años, primero en ese espacio y luego arrendando talleres junto a una socia o de manera independiente.

Aunque siempre vivió en el campo -actualmente en el sector El Huertón-, buscaba espacios en Los Ángeles para impartir los talleres. Enseñó a muchas alumnas y descubrió que la pedagogía se le daba con facilidad. "Se me dio fácil también", recuerda. Esa experiencia formativa sería clave más adelante.

En 2019 llegó el proyecto más grande de su carrera: los mosaicos de la Catedral de Los Ángeles. Desde ese momento, tuvo que dejar los talleres para dedicarse por completo a esta obra. No solo ejecuta los mosaicos, sino que dirige todo el proyecto. Para conformar el equipo de trabajo, convocó a exalumnas suyas, confiando en personas que conocían la técnica y su forma de trabajar.

El proyecto contempla varios mosaicos de gran formato, entre ellos una sección azul con una frase bíblica, un gran sol central —de casi tres metros de diámetro— y paisajes que recorren el país, desde el Tupungato hasta las Torres del Paine. También incluye un arcoíris, una luna y estrellas que aún están pendientes de instalación. Actualmente, el avance del proyecto supera el 80%.

El desarrollo de la obra no ha sido rápido. A la magnitud del trabajo se sumaron factores externos como el estallido social y la pandemia, que obligaron a detener los trabajos durante largos periodos. 

Algunas piezas fueron instaladas en plena emergencia sanitaria, mientras que otras se trabajaron de forma individual en su casa. Además, las dificultades de movilización y los compromisos laborales de las integrantes del equipo también influyeron en los plazos.

Para María Angélica, el mosaico es una experiencia intensa. Explica que el resultado final nunca se ve hasta el momento del fragüe, lo que genera incertidumbre, pero también emoción. "Los errores se pagan caros", dice, porque desarmar un mosaico no es sencillo. Aun así, destaca el carácter terapéutico de la técnica: requiere concentración absoluta y permite perder la noción del tiempo.

Desde su experiencia como docente, concluye que el mosaico es una disciplina que se ama o se rechaza. Es una técnica exigente, con polvo, lijado y mucho trabajo manual detrás. Algunas personas descubren que no es lo suyo, pero quienes se enamoran del proceso logran desarrollar grandes habilidades. 

Eso mismo lo ha visto en el equipo que hoy trabaja con ella en la catedral, donde muchas de sus exalumnas han perfeccionado notablemente su técnica.

Más de 25 años después de haber roto su primer cerámico, María Angélica Romero sigue creando, dirigiendo y enseñando a través de cada fragmento. Una trayectoria construida sin atajos, pieza por pieza, donde la perseverancia y la pasión han sido el verdadero cemento de su obra.




matomo