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Mausoleo de las profesoras asesinadas en Cuñibal: Devoción popular que perdura en el cementerio general

por Juvenal Rivera Sanhueza

Flores siempre vivas, velas encendidas todo el tiempo y placas de agradecimiento "por el favor concedido" se encuentran en su mausoleo.

La tumba de las profesoras asesinadas en Cuñibal en el cementerio general de Los Ángeles. / Diario La Tribuna

En el cementerio general de Los Ángeles, la tumba de las profesoras Anita Figueroa Saavedra y Carmen Luisa Olivares es el único lugar de veneración popular, lo que ocurrió prácticamente desde que fueran sepultadas juntas, luego de ser brutalmente asesinadas en diciembre de 1966.

Es cuestión de estar en el mausoleo de ambas educadoras para observar una gran cantidad de placas de agradecimiento "por favores concedidos" y así percatarse del impacto que aún genera semejante hecho de sangre.

Es que a nadie de su tiempo dejó indiferente un crimen con tanta violencia, tanta alevosía. El 6 de diciembre de 1966, cuando ya terminaba el año de clases, las profesoras Anita Figueroa Saavedra y Carmen Luisa Olivares aparecieron brutalmente asesinadas en las propias instalaciones de la escuela 122 "Las Hortensias" del sector campesino de Cuñibal, a unos 12 kilómetros de Los Angeles, por el camino a Santa Bárbara.

No se recordaba un crimen tan violento como el cometido en ese apacible sector rural de la comuna. Más aún, contra dos jóvenes educadoras normalistas que recién se estaban iniciando en la profesión, las cuales fueron asesinadas y ultrajadas, además de robarles una importante suma de dinero.

Tan pronto como pasó el impacto por el asesinato doble, se montó una verdadera cacería humana para ubicar a los responsables. Decenas de efectivos policiales salieron en la búsqueda de los criminales, se interrogó a varios sospechosos, se recogieron decenas de testimonios de gente que pudo haber visto algo. Y a la par que se realizaban las diligencias policiales, las conjeturas, suposiciones e ideas disparatadas eran parte del comidillo de la sociedad angelina de ese tiempo.

Al cabo, fueron detenidos Aladino Burgos (16 años), un ex alumno de la misma escuela, y José Ángel Rodríguez Cifuentes (26). El móvil habría sido el robo pero el adolescente habría actuado también en venganza al reconocer que fue avergonzado en clases cuando se dio lectura en clases a una carta que le escribió a su polola.

Dos días después de ocurrido el asesinato, ambas profesoras fueron sepultadas en el cementerio general de la ciudad. Como pocas veces se ha visto en Los Angeles, una enorme multitud de personas salió a despedir a las profesoras que iban juntas a la cabeza del cortejo fúnebre.

Un mes después, en enero de 1967, ambas fueron dejadas juntas en el mausoleo cuyo diseño fue obra del profesor de la escuela N° 1, Aliro Rojas. Su construcción fue financiada por el profesorado primario de Biobío. Se consideró el uso del granito en la parte central y una piedra laja en el costado del tipo "ala de mosca".

Desde ese mismo día en que ambas fueron dejadas en su última morada, comenzaron a hacerse sentir las expresiones de devoción popular que se mantiene hasta nuestros días, lo que incluso se expresa en el nombre del callejón que conduce a su tumba.

Esta devoción popular se manifiesta en flores siempre vivas, en velas encendidas todo el tiempo, en placas pegadas al mausoleo en "agradecimiento por el favor concedido", las cuales vuelven a tomar más fuerza para 1 de noviembre.

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