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La Tribuna

Senadores, abejas y transgénicos

por Carolina Bassa

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El 2 de julio del presente ingresó al Senado un nuevo proyecto de ley que busca regular la actividad apícola, apoyado por los senadores Harboe, Matta, Tuma y Moreira. Es destacable el interés de nuestros parlamentarios por iniciativas para proteger a este importante insecto que colabora con las polinizaciones en la agricultura.

El problema comienza cuando uno lee los antecedentes del proyecto y las medidas que propone, dejando en claro la falta de asesores científicos que apoyen a los parlamentarios. Estos intentan incluir a los transgénicos como un factor que afecta negativamente a las abejas. De acuerdo al proyecto, “los cultivos transgénicos tienden a absorber altas cantidades de fertilizantes y plaguicidas químicos”. Lo que es falso, a estos cultivos se les ha incorporado genes para que produzcan proteínas que permitan controlar ciertos insectos plaga, tolerar ciertos herbicidas, o soportar una condición ambiental adversa. Los transgénicos no absorben ni más ni menos fertilizantes y agroquímicos. Es más, los transgénicos que hoy existen han permitido una reducción del uso de productos fitosanitarios cifrada en 550 millones de kilos de ingrediente activo entre 1996-2013, lo que equivale a una disminución del 8,6% del uso de estos productos.

 Asimismo, el proyecto señala “dichos cultivos afectan a todos los insectos y aves polinizadores como abejas, abejorros, mariposas, chinitas, colibríes, etc., ya que su polen resulta altamente tóxico para ellos…”. La aseveración también es falsa. Las proteínas que permiten controlar insectos plaga en los cultivos transgénicos actúan de forma específica sobre ciertos grupos de insectos. Por ejemplo, hoy existen cultivos transgénicos que permiten controlar sólo algunos insectos plaga pertenecientes al orden lepidoptera y otros pertenecientes al orden coleoptera. Las abejas pertenecen al orden hymenoptera. Existe abundante literatura científica al respecto y hay más de 35 estudios científicos que apoyan la seguridad de estos cultivos para las abejas.

Finalmente, el proyecto indica “el impacto de los transgénicos sobre las abejas ha afectado la exportación de miel, la cual es rechazada por países, como los de la Unión Europea, que han prohibido o restringido los alimentos genéticamente modificados”. Lo que ocurrió fue que en 2011 la Unión Europea cambió la definición de polen de “componente" de la miel a “ingrediente" de la miel y así las mieles que contenían polen de transgénicos se tuvieron que someter a la ley de etiquetado de alimentos que contienen ingredientes derivados de transgénicos. La Comisión Europea echó atrás su medida el año 2014, volviendo a definir el polen como “componente” de la miel, y el problema se solucionó ya que la miel no debía etiquetarse. Hoy día el problema no existe. Esto era un problema comercial que no tenía nada que ver con asuntos de seguridad, inocuidad o salud de las abejas o los consumidores.

Chile requiere seriedad a la hora de presentar proyectos como éste, que merecen estar avalados por antecedentes técnicos y científicos. Evitemos repetir situaciones como la discusión del timerosal y las vacunas debido al mal asesoramiento de los parlamentarios. Cuidemos nuestras abejas, pero con rigor a la hora de analizar el problema.

Miguel A. Sánchez

Doctor en Ciencias Biológicas

Director Ejecutivo ChileBio

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