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La Tribuna

Los sobrevivientes revivieron la trágica caminata en la montaña

por Pia Salcedo

A 10 años de la tragedia, los ecos aún retumban en el grupo de jóvenes que salvó de la muerte, sobre todo en aquellos que vieron morir al amigo, al compañero, o debieron dejar tendido a otro colega en la nieve, conociendo el fatal destino.

ANTUCIII /

Para no olvidar y recordar a los caídos, alrededor de 30 ex conscriptos viajaron desde diversos puntos del país a reencontrarse en Los Ángeles, específicamente en la plaza de armas, lugar desde donde tomaron ruta para realizar la caminata simbólica.

Algunos debieron pasar entre cuerpos de soldados ya muertos que nunca lograron llegar a un refugio anhelado. Estas imágenes fueron parte del relato que, durante el trayecto, varios compañeros narraron entre melancolía y sobre todo mucho compañerismo hacia los caídos. La caminata

fue realizada desde donde se emplazaba el refugio La Cortina hasta, el refugio de la Universidad de Concepción.

Óscar Gelvez, uno de los sobrevivientes de la tragedia, aseguró que están a la espera de beneficios reales. Nos sentimos abandonados por parte del Estado. Nosotros teníamos 18 años y no le pedíamos nada, solamente queríamos salir de franco y volver a nuestras casas y ellos se comprometieron con muchas cosas que hasta el día de hoy no han sido cumplidas, indicó.

Varios de ellos, tras la tragedia desatada, debieron ayudarse entre ellos mismos ante el desconcierto casi generalizado de los instructores y oficiales a cargo.

Recordemos que algunos de los sobrevivientes de Antuco siguieron una carrera militar y la gran mayoría se fue del Ejército con la fuerte he improvisada lección de sobrevivencia.

LAS CONSECUENCIAS

Las secuelas que generó el episodio son varias y muchos prefieren soportar el dolor de las rodillas, lugar donde se evidencian las secuelas de la marcha, ya que en cada invierno, aunque no quieran, rememoran la fatídica jornada, ya que sus extremidades inferiores se hinchan y duelen, regresando el dolor de lo vivido. Varios confiesan que amanecen llorando del dolor.

Los primeros años, parte del grupo cayó por estrés postraumático en el área de siquiatría del hospital militar; muchos prefirieron intentar pasar el trago amargo de sus aflicciones para evitar ser tildados de poco normales.

Pero este drama no queda en lo privado, ya que durante estos 10 años, cada vez que entablan relaciones personales y se descubre que formaron parte de los conscriptos, el hecho da pie a las preguntas incómodas, a las consultas y detalles escalofriantes. Debido a esto, a varios se les ha hecho difícil conseguir un trabajo, razón suficiente para algunos de ellos que optaron por ocultar este antecedente y hacerse los desinformados.

Para todos estos problemas y para los tantos más que el trauma no deja expresar, prácticamente ninguno ha pedido ayuda médica o ha seguido algún tratamiento para sus trastornos físicos o sicológicos. Soportan, contienen y sobreviven, porque ellos son sobrevivientes.

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