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Un hombre cuya vida estuvo marcada por el misterio, la marginalidad y la fuerza de lo popular. Su figura, envuelta entre fábulas y testimonios, fue recordada con una misa y una cabalgata en la Hacienda Rucamanqui, lugar donde comenzó su historia y que hoy se busca preservar como un espacio de memoria e identidad.
El homenaje, organizado por la Agrupación Lomas Verdes con apoyo de la municipalidad, CMPC y clubes de huasos de comunas vecinas, no solo quiso rememorar a Fillo 4, sino también abrir el camino a una tradición que rescate la cultura local y las raíces del mundo rural.
Como señaló el alcalde de Tucapel, Jaime Veloso Jara, "mantener vivas estas memorias es también una forma de reconocernos como comunidad y de valorar a quienes, de una u otra forma, forman parte de nuestra cultura popular".
La historia de Fillo 4, que ha pasado de generación en generación, se remonta a mediados del siglo XX, cuando en la Hacienda Rucamanqui, de más de 24.000 hectáreas, fue encontrado un joven que vivía en estado semisalvaje.
Desnudo, cubierto de vello y sin hablar más que una sola palabra —que luego adoptó la grafía de "Fillo"—, fue atrapado a lazo por jinetes que lo divisaron en el bosque. Desde entonces se le conoció como "Fillo 4", porque había sido encontrado en la cuarta sección de la hacienda.
Sobre sus orígenes nada quedó claro. Algunos sostenían que era un niño abandonado en la espesura; otros, que podía ser descendiente pehuenche que escapó de las persecuciones tras el alzamiento de Ránquil en 1934.
Lo cierto es que sobrevivió a las inclemencias del frío, al hambre y a la soledad, hasta que su vida se cruzó con la del pueblo.
Con el tiempo fue acogido por los abuelos de Gabriel Barriga Navarrete, quien en entrevista con Diario La Tribuna sostuvo que su familia lo cuidó y quiso "como a un hijo". Aunque aprendió algunas costumbres, nunca aceptó del todo la vida civilizada: corría descalzo, dormía en paja seca y mantenía una fuerza física que sorprendía a todos.
Su nombre fue conocido en cada rincón de Huépil, hasta convertirse en parte inseparable de la identidad local. El destino de Fillo 4 fue tan llamativo como su origen.
"Cuando lo encontraron, estaba en un estado lamentable, lleno de garrapatas, piojos y casi desnudo. Mi abuelo le dio un pedazo de tortilla, lo que hizo que el niño se acercara y no se separara de él nunca más. Desde ese momento lo llevaron a la casa y vivió allí durante el resto de su vida", comentó Barriga.
Paradojalmente, quien soportó los rigores del bosque y las tormentas cordilleranas murió de frío en agosto de 1966, abrazado a un árbol en medio de una tempestad.
Su tumba, en el cementerio de Huépil, lleva el nombre con que fue bautizado: Juan de Dios Allado Rucamanqui, pero para el pueblo siempre será Fillo 4. Hoy su sepultura recibe flores, velas y placas de agradecimiento, porque muchos aseguran que sigue "concediendo favores".
"Lo que hicieron mis abuelos por él fue increíble. Lo cuidaron con tanto amor, a pesar de las dificultades. A pesar de que era muy pobre y carecía de muchas cosas, nunca lo rechazaron. Mi madre lo trató como a un hijo propio y le dio todo lo que podía. Fue una relación de mucho cariño y entrega", agregó Barriga.
La Agrupación Lomas Verdes ha querido rescatar este legado mediante actividades que combinan fe, cultura y tradiciones rurales.
Así nació la "Cabalgata de Fillo 4", que busca instalarse como una celebración anual en la comuna. Sus integrantes explican que la iniciativa apunta a "rescatar las costumbres, volver a proyectar lo que parecía perdido y transformar a Lomas Verdes en un referente cultural de encuentro y respeto".
No es la única tradición que han levantado. También realizan la Cruz de Mayo, en la que recorren el pueblo con yunta de bueyes y carretas recolectando alimentos que luego son distribuidos a las familias más necesitadas.
Se trata de acciones que, como señalan sus organizadores, nacen de un compromiso desinteresado con la comunidad y la identidad local.
Más allá del mito, la figura de Fillo 4 representa la fusión entre la historia y la leyenda, y entre lo humano y lo inexplicable. Para Tucapel, su recuerdo es parte del patrimonio intangible que da sentido a la vida comunitaria, un símbolo de resistencia y, al mismo tiempo, una advertencia sobre la fragilidad humana.
Recordar a Fillo 4 reafirma que en la provincia de Biobío la identidad se construye también por medio de las historias de personajes que, en su singularidad, nos enseñan a reconocernos y valorar lo propio.
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