Violencia de género en redes: cuando el acoso digital silencia a las mujeres

En el mundo hiperconectado en el que vivimos, las redes sociales han pasado a ser una extensión de nuestra vida cotidiana. Son espacios donde compartimos ideas, emociones y experiencias, pero también, y cada vez con mayor frecuencia, se transforman en escenarios de violencia. Una violencia que no deja moretones visibles, pero que duele, acosa y vulnera: la violencia de género digital.

En Chile, según el informe «Violencia sexual digital contra niños, niñas y adolescentes: Hacia una estrategia de abordaje integral», el 1% de las adolescentes mujeres recibió mensajes sexuales no deseados por redes sociales en un año, y el 29,6% de las mujeres chilenas declaró haber sufrido alguna forma de violencia digital.

Este fenómeno se muestra de muchas formas: mensajes ofensivos, difamación, amenazas, chantaje, control de redes, difusión de imágenes íntimas sin consentimiento, o invasión a la privacidad. Lo que comienza con un comentario hostil puede terminar en una agresión psicológica que traspasa la pantalla y afecta profundamente la salud emocional y la vida cotidiana de las víctimas.

En este punto, lo primordial, es la autoprotección, evitando compartir contraseñas, cerrar sesiones en equipos ajenos, limitar la información pública y ser cautelosos con el envío de contenido íntimo.  No obstante, más allá de las acciones individuales, la erradicación de la violencia digital requiere una respuesta articulada entre instituciones, empresas tecnológicas y la sociedad civil. No basta con leyes y protocolos; se necesita una cultura digital con perspectiva de género, que eduque en el respeto, la empatía y la responsabilidad.

En esa línea, a nivel legislativo tramita un proyecto de ley que tipifica y sanciona la violencia digital, el cual busca penalizar conductas como la difusión no consentida de contenido íntimo, el hostigamiento y la suplantación de identidad. La iniciativa contempla sanciones que van desde multas hasta penas de presidio menor, e incorpora medidas para que los tribunales puedan ordenar la eliminación de material ofensivo durante la investigación, marcando un avance relevante hacia la protección de las víctimas en entornos digitales.

Sin embargo, más allá de lo punitivo, la educación en igualdad, la alfabetización digital y la creación de mecanismos de denuncia accesibles son pilares que pueden marcar la diferencia. Porque la violencia en línea no es un "problema de Internet"; es un reflejo de las desigualdades que persisten en nuestra sociedad.

Enfrentar este fenómeno es proteger el derecho de las mujeres a vivir y expresarse sin miedo, también en los espacios digitales.  Y en esa tarea, el silencio no puede ser una opción.