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Obesidad infantil y juvenil, un llamado urgente a prevenir

por La Tribuna

dieta, escala, obesidad / Pixabay

Las cifras son alarmantes y deben movernos a la acción. En la provincia de Biobío, el 37,8% de los niños menores de cinco años presenta obesidad, mientras que en el tramo de 15 a 19 años el problema afecta a uno de cada dos jóvenes. No se trata solo de estadísticas sanitarias: son señales de alerta sobre el tipo de sociedad que estamos construyendo y sobre las oportunidades -o la falta de ellas- que damos a las nuevas generaciones para llevar una vida sana.

El problema de la obesidad no se origina en la edad adulta ni se resuelve en una consulta médica. Comienza mucho antes, en los hábitos de alimentación, en la forma en que las familias organizan sus tiempos, en el acceso a espacios públicos seguros para la actividad física y, sobre todo, en la cultura alimentaria que promovemos desde la primera infancia. Por eso, prevenir es mucho más que un eslogan: es una tarea colectiva que compromete a los hogares, escuelas, municipios y al sistema de salud en general.

La prevención debe ser entendida como una inversión, no como un gasto. Cada peso que se destina a educación alimentaria, a mejorar los entornos escolares o a facilitar la práctica deportiva es un ahorro futuro en enfermedades crónicas, tratamientos y pérdida de productividad. En nuestro país -donde prolifera el excesivo uso de aparatos tecnológicos por parte de niños y jóvenes, el trabajo sedentario en los mayores y la oferta de alimentos ultraprocesados confluyen en un escenario adverso- la prevención debe ser una política pública permanente, con metas claras y evaluación constante.

Equipos de salud primaria intentan hacer su parte, impulsando ferias saludables, talleres comunitarios y campañas educativas. Pero se requiere mucho más. La obesidad infantil y juvenil no se combate solo con información, sino también con entornos saludables, acceso a frutas y verduras a precios razonables, y con ciudades y barrios donde moverse sea fácil, seguro y parte de la vida cotidiana.

Como sociedad, debemos recuperar la idea de que la salud se construye día a día, desde la mesa familiar hasta la plaza del barrio. Si no asumimos ese compromiso ahora, la próxima generación pagará un costo demasiado alto.

La prevención no puede esperar: es la verdadera vacuna contra la obesidad que amenaza con especial fuerza el bienestar de nuestros niños y jóvenes.

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