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Día Internacional de las Personas de Edad

por La Tribuna

pareja, anciano / Pixabay

Cada 1 de octubre, el mundo conmemora el Día Internacional de las Personas de Edad, una fecha proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1990 para reconocer el aporte, la experiencia y la dignidad de quienes han dedicado su vida al desarrollo de sus comunidades.

En el Biobío, los resultados del Censo de Población y Vivienda 2024 dan cuenta de una sociedad que envejece aceleradamente: el 14,7% de los habitantes regionales tiene 65 años o más, muy por sobre el 5,8% registrado en 1992 y el 11,8% en 2017. Al mismo tiempo, los menores de 14 años han disminuido de un 30,3% en 1992 a un 17,5% en 2024. El índice de envejecimiento regional, que ya alcanza un 84,1, supera incluso el promedio nacional (79). Estas cifras retratan una transformación profunda: somos una región que envejece, pero también una que debe aprender a valorar y acompañar esa madurez social.

El cambio demográfico trae consigo desafíos considerables. Por ejemplo, obliga a fortalecer la red de salud primaria, ampliar la atención geriátrica y garantizar servicios que promuevan la autonomía y la movilidad. También exige una reflexión en torno al sistema previsional y al mercado laboral, que deberán adaptarse para sostener a una población en edad de retiro creciente y a una fuerza laboral que disminuye. Promover el empleo flexible, el reciclaje profesional y la inclusión de adultos mayores que deseen seguir aportando al trabajo y la comunidad se vuelve una tarea ineludible.

En el ámbito provincial, el envejecimiento se expresa con particular fuerza en las comunas interiores. Quilaco y Antuco lideran los índices regionales, con más de 130 personas mayores por cada 100 menores de 14 años, reflejando realidades donde la migración juvenil y la baja natalidad han dejado huellas evidentes. En contraste, territorios como Alto Biobío presentan escenarios más jóvenes, lo que muestra que no existe una sola forma de envejecer: el Biobío es una región de contrastes que requiere políticas diferenciadas y descentralizadas.

El fenómeno también se refleja en la vida cotidiana. En 1992, apenas el 3,2% de los hogares estaba compuesto exclusivamente por personas de 65 años o más; en 2024, esa proporción llegó al 12,4%. Detrás de ese número hay historias de hombres y mujeres que viven solos, muchas veces lejos de sus familias o sin redes de apoyo. Este dato nos recuerda que la soledad y el aislamiento son hoy problemas tan urgentes como la salud o la pensión. Fomentar la vida comunitaria, los espacios de encuentro intergeneracional y el acompañamiento debe ser parte de una política integral de cuidado y de respeto.

El edadismo, entendido como la discriminación o los prejuicios basados en la edad, sigue presente en la vida pública y en la cultura. Persisten miradas que asocian la vejez con fragilidad, dependencia o inutilidad, negando la riqueza de experiencias y saberes que las personas mayores aportan. Superar estos estereotipos implica cambiar las narrativas sociales: dejar de ver la vejez como una carga y reconocerla como una etapa plena de sentido, autonomía y participación.

El envejecimiento de Biobío, lejos de ser una amenaza, puede transformarse en una oportunidad, ya que nos desafía a construir un territorio que valore a sus mayores, que reconozca su rol activo en la historia, en las familias y en las comunidades.

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