Seguridad y celebraciones patrias

La llegada de septiembre despierta cada año el entusiasmo de miles de familias en la provincia de Biobío y el país en general. Son días en que la tradición, la música chilena, la gastronomía y el encuentro comunitario vuelven a unirnos en torno a un mismo espíritu nacional.

En ese contexto, en los últimos días hemos sido testigos de un intenso debate local con relación a los horarios de funcionamiento de las fondas, luego de que la Defensa Nacional, en el marco del Estado de Excepción que rige en las provincias de Biobío y Arauco, resolviera restringir el funcionamiento de eventos masivos durante las Fiestas Patrias mediante horarios acotados.

Así, varios alcaldes han manifestado su aspiración de extender los horarios más allá de la medianoche, argumentando que estas celebraciones tienen un fuerte impacto económico para los emprendedores locales y que forman parte esencial de la identidad cultural. Por supuesto, nadie desconoce el valor que tienen para las comunidades, ni lo que significa para las familias que viven del comercio, la gastronomía o la entretención.

No obstante, resulta indispensable reconocer que hoy la prioridad parece estar en otro plano. El aumento de hechos delictivos, la proliferación de bandas organizadas y el uso de la violencia en distintos ámbitos de la vida pública configuran un escenario que obliga a poner la seguridad por sobre cualquier otra consideración. Más aún en un contexto de celebraciones masivas, con consumo de alcohol y actividades que suelen ser terreno fértil para accidentes y desórdenes.

Además, la experiencia reciente nos demuestra que la criminalidad no se detiene en fechas festivas; por el contrario, suele intensificarse. Extender los horarios de funcionamiento de las fondas puede traducirse en mayores riesgos no solo para los asistentes, sino también para los barrios colindantes y para las fuerzas de orden y seguridad que deben cubrir extensas jornadas con recursos limitados.

Las autoridades gubernamentales han planteado que el eje central debe ser garantizar la tranquilidad de la comunidad, ya que no hay tradición que pueda sostenerse si se debilita la sensación de seguridad.

El desafío, por tanto, no está en elegir entre celebración o seguridad. La clave es organizar actividades que se desarrollen en un marco seguro, con horarios razonables, con medidas de control efectivas y con un trabajo coordinado entre autoridades, organizadores y fuerzas de orden. Esto no implica restar valor a las tradiciones ni negar la importancia del esparcimiento, sino entender que hoy el bien común exige elevar la seguridad como condición prioritaria.

Las Fiestas Patrias deben ser ocasión de alegría y encuentro, pero también un ejercicio de responsabilidad colectiva.