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La Tribuna

La desigualdad que comienza en casa

por Fernando Velásquez Barrientos

jóvenes, juventud, / Pixabay

El estudio "Uso del tiempo entre los y las adolescentes en América Latina" publicado durante la última semana por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) revela una realidad cotidiana pero preocupante, que limita el futuro de las nuevas generaciones: las adolescentes dedican siete horas semanales más que los varones al trabajo doméstico y a los cuidados no remunerados. En Chile, esta brecha alcanza cerca de 56 minutos diarios adicionales, tiempo que deja de ser empleado en la educación, recreación y el desarrollo personal de los menores.

La indagatoria advierte que mientras las niñas chilenas invierten 2 horas y 47 minutos diarios a las tareas domésticas, los niños apenas destinan 1 hora y 51 minutos. La diferencia se agudiza dramáticamente en hogares vulnerables, donde la brecha puede duplicarse y llegar hasta las 14 horas semanales adicionales, en el caso de las niñas.

Esta desproporción no es neutral, ya que como advierte Roberto Benes, director regional de Unicef, el exceso de responsabilidades "limita el derecho a estudiar, jugar y desarrollarse plenamente".

Las consecuencias trascienden el ámbito doméstico, en tanto que la sobrecarga de trabajo no remunerado deteriora el rendimiento académico, puede inducir al abandono escolar y perpetuar roles de género tradicionales que, a futuro, podrían condicionar las trayectorias laborales de quienes se ven desfavorecidos. María Noel Vaeza, representante de ONU Mujeres, es categórica al respecto: "Los cuidados no remunerados constituyen una de las principales barreras para la igualdad de género".

Dentro de los hallazgos más relevantes del estudio consta que cuanto mayor es la brecha de género entre los padres, mayor es la tendencia de que las niñas a asuman más responsabilidades domésticas.

Cambiar esta realidad requiere acciones decididas, como ampliar la cobertura de los servicios de cuidado infantil, especialmente para familias de menores recursos que no pueden acceder a alternativas formales. El sistema educativo debe flexibilizarse para quienes enfrentan responsabilidades de cuidado y ofrecer modalidades adaptadas y acompañamientos específicos.

La transformación más profunda, sin embargo, debe ocurrir en el ámbito cultural. Es imperativo promover masculinidades corresponsables desde la adolescencia, visibilizar el cuidado como trabajo valioso para ambos géneros y deconstruir los estereotipos que asignan roles diferenciados por sexo.

Como bien describen los autores del estudio, la desigual distribución del trabajo doméstico no es solo una cuestión de justicia individual, sino una barrera estructural para el desarrollo sostenible. Emparejar la cancha no es solo un imperativo ético, sino una inversión estratégica para el futuro colectivo.

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