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Evolución de los sistemas de alerta

por La Tribuna

Efectos del terremoto 2010 / Archivo La Tribuna

Chile enfrentó este 29 y 30 de julio de 2025 una amenaza de tsunami tras un fuerte terremoto registrado en Rusia. La respuesta nacional fue inmediata y se activaron protocolos y alertas oficiales, lo que permitió evacuar preventivamente a todo el borde costero del país. Sin embargo, un sector de la ciudadanía sigue mostrando cierta resistencia ante estas medidas —consideradas como exageradas— ante un fenómeno que aunque resultó menor, demuestra que en gestión de riesgos es preferible pecar de cauteloso que lamentar tragedias.

Hace 15 años, la experiencia fue opuesta, dado que tras el megaterremoto del 27 de febrero de 2010 la reacción oficial fue tardía y confusa. Tanto autoridades navales como civiles fallaron en interpretar el peligro de un eventual maremoto y terminaron por no alertar a tiempo a la población, lo que costó centenares de vidas.

En ese entonces, se comprobó que el Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada de Chile (SHOA) canceló la alarma pese a las advertencias internas y que la Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior (Onemi) no avisó a la ciudadanía ni siquiera tras confirmarse las olas destructivas que afectaron a Juan Fernández. Esa inoperancia provocó críticas generalizadas, procesos judiciales y una esperable indignación nacional.

No era la primera vez que fallaban los sistemas. En 2005, un falso aviso de tsunami en Concepción —originado por un rumor naval infundado— causó pánico masivo, atascos, accidentes y hasta muertes por el caos. Se determinó que un informe mal interpretado del SHOA desató una alarma sin sustento. Aquel bochorno evidenció la falta de protocolos y dejó a las autoridades con el temor de "alarmar sin motivo", miedo que en 2010 contribuyó al desastre.

Tras el 27F se prometieron reformas de fondo. En 2011, cuando el terremoto de Japón generó una alerta de tsunami en Chile, el gobierno ordenó evacuar preventivamente Rapa Nui y las ciudades costeras. Afortunadamente, las olas solo causaron daños menores y cero víctimas, lo que evidenció un aprendizaje en torno a la prevención.

En la década siguiente, Chile modernizó su sistema de emergencias con la implementación del Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred), un marco legal modernizado, un sistema SAE de alertas masivas a celulares, sirenas y señalización en zonas costeras, que fue acompañado de la institucionalización de simulacros y planes de evacuación.

Este martes el sistema fue puesto a prueba y se activó nuevamente el Comité de Gestión de Riesgo (Cogrid), mientras que el SHOA y Senapred coordinaron informes técnicos y alertas, que fueron entregados de manera coordinada por el presidente de la República y sus autoridades. Todo se tradujo en una evacuación escalonada —mas no completa— de cerca de un millón de personas que sí optaron por obedecer las instrucciones.

Aunque las olas reales fueron pequeñas —de menos de un metro de altura—, el saldo fue de cero víctimas y la población se mantuvo a salvo. Frente a este tipo de hechos, es mucho más deseable reducir a cero las probabilidades que subestimar nuevamente el peligro.

Chile ha aprendido de su historia sísmica y hoy está mucho más preparado que en 2010, a pesar de que persiste cierta impaciencia y descrédito por parte de algunos. La evolución desde la improvisación hacia la prevención rigurosa es innegable, y se mide en desastres evitados, desde los posibles a los reales.

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