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Integración terrestre

por La Tribuna

Camino Mulchén - Quilaco / Fredy Muñoz, La Tribuna

La pavimentación del último tramo del camino entre Mulchén y Quilaco viene a consolidar una ruta que se planificó en los’90 pero que se imaginó mucho antes, en los años 50 y ’60 cuando - a la par de la construcción de la Ruta Cinco Sur - se planteaba la importancia de considerar transversales, es decir, vías que cruzaran la carretera panamericana para conectar la mayor cantidad posible de territorios.

Fue a mediados del siglo pasado cuando tomó forma la idea de una carretera que partieran en El Carmen, entonces provincia de Ñuble, y siguiera hacia el sur, por Yungay, Huépil, Tucapel, Quilleco, Santa Bárbara, Quilaco, Mulchén, Negrete, Nacimiento, Santa Juana y Concepción. Pero era solo una idea porque algunos trazados ni siquiera estaban definidos.

Debieron pasar varias décadas para que esa transversal empezara a toar forma. Recién ocurrió en los ’90, de la mano de una fuerte inversión pública en camino, y también los primeros pasos para la implementación del sistema de concesiones a privados. Mientras hacia el nororiente se pavimentaban los tramos para unir a una ciudad tras otra en la zona precordillerana, en el poniente se echó a andar la primera concesión en el país que fue la Ruta de la Madera entre Nacimiento y Concepción, pasando por Santa Juana. Ya en esos años se planteaba ampliar el tramo desde Mulchén, por Negrete, pero no se materializó. En la otra sección, su avance vertiginoso se detuvo en el cruce para empalmar a Quilleco. Por alguna razón, ese impulso inicial se fue diluyendo en el tiempo al punto que durante un par de décadas hubo cero avance.

Recién se pudo retomar con la pavimentación por tramos del camino entre Mulchén y Quilaco, obra que debiera terminarse en los próximos meses con los últimos kilómetros por asfaltar. Un paso fundamental fue el puente Duqueco, entre Santa Bárbara y Quilleco. Precisamente ese tramo de cerca de 30 kilómetros aún falta por completar. Es posible esperar que sea realidad en el próximo quinquenio.

Los avances de toda esa trama caminera para los habitantes en la provincia de Biobío, especialmente de las zonas campesinas, son incuestionables. Sin duda que se trata de obras de la mayor importancia que dinamizan la economía del territorio, propician el desarrollo de las potencialidades turísticas y entregan mejores condiciones de vida a sus residentes.

Aunque sea una frase muy cliché, pero los caminos unen. Y ciertamente que la concreción de la comunicación terrestre de las localidades entre sí y con sus ciudades capital son un excelente ejemplo de integración, de no percibirse en condición de aislamiento, sino que de sentirse parte de un territorio, de tener identificación, respeto y cariño. Aún queda mucho por avanzar pero, tal como fue el sueño iniciado a mediados del siglo pasado, se debe seguir abogado para hacerlos realidad.

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