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Plebiscito de salida

por La Tribuna

Plebiscito 2023 / Fredy Muñoz, La Tribuna

Los ciudadanos se han manifestado. En el plebiscito constitucional de este domingo 17 de diciembre para decidir si se aprobaba o no la propuesta de nuevo texto para la carta magna, los votantes expresaron su preferencia de manera categórica. Esta vez, de acuerdo a los datos entregados por el Servel, los resultados favorecieron a la opción En Contra por sobre la alternativa del A Favor. Tal cual como sucedió el 4 de septiembre del año pasado, cuando el rechazo al nuevo texto se impuso con el 62% de las preferencias, esta vez también se le dio un portazo a la propuesta elaborada por la Convención Constitucional.

En la historia democrática a nivel mundial no se conoce de un fracaso doble para la elaboración de cuerpos constitucionales debido a que no alcanzaron el piso democrático mínimo para aprobarse.

Más allá de las razones específicas, que se relacionan con determinados aspectos puntuales de los textos propuestos a la ciudadanía, hubo un pecado inicial, un mal punto de partida que no se puede soslayar porque ensombreció todo el camino hacia adelante. Fue un elemento que estuvo presente tanto en la Convención Constitucional como en el Consejo Constitucional. Básicamente, fue la falta de grandeza.

Si bien hubo mayorías circunstanciales que en algún momento determinado favorecieron a unos en detrimentos de otros, en ninguno de los "ganadores" de ambas elecciones hubo la intención de incorporar las propuestas, ideas o sugerencias de la facción derrotada.

Una constitución política, más allá de la cuestión técnica, es la representación de un gran acuerdo nacional. Es el crisol en que se funden las propuestas de uno y de otros con la intención de que esas distintas visiones de sociedad, puedan tener cabida en un cuerpo legal tan trascendental. Sin embargo, prevaleció el sentido de la exclusión, en dejar de lado el punto de vista del derrotado que, más allá de una mayoría electoral circunstancial, representa a un sector de la sociedad.

En definitiva, fue una derrota de la política, de la incapacidad de quienes detentaban el poder en su momento para  generar acuerdos de amplia representación que tuvieran el beneplácito de la ciudadanía. El desarrollo del país desde los años ’90 en adelante fue posible gracias a grandes acuerdos políticos que fueron el piso necesario para proporcionar estabilidad en el país.

Para llegar a acuerdos, hay que tener la disposición a ceder. Nadie sale ganador al 100% ni perdedor absoluto. Unos y otros deben tener el gesto para

La gran moraleja es que se deben retomar los acuerdos de amplio espectro, que sean lo más transversales posibles. Que no se imponga la visión parcial de la sociedad de un sector en detrimento del otro. La democracia debe ser capaz de generar la instancia para que todos nos podamos ser incluidos, para que todos seamos parte de esta casa común que se llama Chile.

En ese sentido, la ciudadanía no ha equivocado. Al final, ha sido lo suficientemente sabia para entender que no era prudente avalar un proceso así.  Es tiempo de retomar los grandes acuerdos. Desde este mismo 18 de diciembre. Después de dos años de probar con propuestas partisanas y excluyentes, hay que expiar las culpas, asumir los errores y cambiar la actitud. Por el bien del país, es necesario hacerlo... y hacerlo bien.

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