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Información oportuna

por La Tribuna

Biobío - Laja / Fredy Muñoz / La Tribuna

Para muchos legos en la materia, las crecidas de los ríos Laja, Duqueco y Biobío fue consecuencia de la apertura de las compuertas de las represas situadas en las zonas cordilleranas, lo que provocó el crecimiento intempestivo de los cursos de agua que desbordaron y arrasaron con todo a su paso.

El problema de esa tesis es que los ríos Laja y Duqueco no tienen represas. Si bien es cierto que hay plantas de generación de energía eléctrica que funcionan a partir de la fuerza del agua, se trata de centrales de paso que no embalsan el recurso, sino que lo captan a través de un canal que sale del mismo río. Una vez que pasa por las turbinas, se devuelve al mismo curso fluvial.

En el caso del río Biobío, sí hay represas. Son tres: Angostura, Pangue y Ralco. La mayor de la serie es esta última, que puede almacenar mil 222 millones de metros cúbicos, debido a que inunda más de 3 mil 500 hectáreas.

Sin embargo, la Junta de Vigilancia de la Cuenca del Río Biobío aseguró que la operación conjunta de las centrales Ralco y Angostura, permitió "contener parte del caudal natural del río evitando así una afectación aún mayor a la ocurrida". Valga precisar que la referida Junta de Vigilancia está integrada por organizaciones públicas y privadas relacionados al uso del recurso hídrico en el río Biobío, incluidos los agricultores que tuvieron severos daños en su infraestructura de riego.

Según esta entidad, la central Ralco tuvo un efecto "regulador" (pese a la intensidad de las lluvias, aún está lejos de descargar por las compuertas) que potenció "el efecto ‘amortiguador’ generado por el embalse Angostura en el caudal del río Biobío".

La Junta de Vigilancia llegó a esas conclusiones a partir de la información disponible y que es pública. Los mismos explican que el fenómeno atmosférico tuvo precipitaciones por más de 300 milímetros en tres días, producto de lo cual los cauces cordilleranos y precordilleranos "han generado una escorrentía directa y grandes caudales, mientras que el aporte de escorrentía hacia los cauces en el valle y la costa ha sido menos incidente en el caudal total registrado en desembocadura".

A lo anterior se sumó una un factor inusual: Una isoterma por encima de los 1.800 metros sobre el nivel del mar, especialmente el día 23 y la madrugada del 24 de junio, cuando alcanzó los 3.000 metros sobre el nivel del mar, "lo que aumentó el área efectiva de drenaje y la escorrentía directa a través de quebradas y cauces. Esta condición es uno de los factores que explica el gran caudal de los ríos Laja en Tucapel, Duqueco en Cerrillos y Biobío en Longitudinal". Es decir, la lluvia derritió la nieve acumulada y multiplicó la cantidad de agua que escurrió

Está la experiencia de 2006. Efectivamente, la justicia y la comisión investigada en la Cámara de Diputados establecieron que hubo fallas y errores en la entrega de la información oportuna sobre los caudales, aguas abajo de las represas del río Biobío. También en la operación de las compuertas. Sin embargo, esas experiencias fueron las que sirvieron para ajustar los procesos de manera que ahora se opera para minimizar los efectos de las crecidas.

Sin embargo, hay un punto importante a considerar. Las empresas generadores y las autoridades sectoriales tienen que darse a la tarea de explicar cómo opera el sistema, deben despejar las comprensibles dudas que se producen cada vez que se generen episodios de ese tipo. Debe haber una labor que también ponga acento en que la información oportuna es fundamental para quienes viven en las orillas de los ríos de origen cordillerano.

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