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Deserción escolar

por La Tribuna

Durante el 2022, más de 50 mil estudiantes desertaron del sistema escolar en nuestro país. Para ser más precisos, fueron 50 mil 529 niños, niñas y adolescentes que, por diferentes razones, no continuaron adelante con su proceso educativo formal. Esa cifra equivale al 1,7% de la matrícula general.

Lo más preocupante del registro es que anota un aumento del 24% respecto del 2019, previo a la pandemia de coronavirus. Es que, en buena medida, el crecimiento de la deserción escolar viene de la mano de las consecuencias de la emergencia sanitaria por el covid-19 en el proceso educativo.

A estos datos se suma el hecho que cerca del 40% de los alumnos tiene una asistencia menor al 85%. Ambos antecedentes no sólo impactan en los aprendizajes de los estudiantes del sistema escolar chileno, sino también en producto un efecto en cadena en cuanto perjudica las posibilidades de inserción en la educación superior y mundo laboral.

El alto nivel de deserción escolar revela varias situaciones. Por una parte, deja en evidencia que una parte de la sociedad no apoyo ni acompaña a sus hijos, también hay poco interés por continuar de los estudios en los sectores más vulnerables, básicamente porque la educación no es vista como un motor para salir de la pobreza. Según la Cepal, en Chile hay “factores como la relativización de la importancia de asistencia por parte de las familias, la flexibilización de las exigencias de asistencia por parte de los establecimientos educativos, una mayor precarización y vulnerabilidad de los hogares y más casos de niñas, niños y adolescentes que han tenido que asumir tareas de cuidado”.

Además, hay desincentivos asociados a que muchos profesionales, una vez egresados, se enfrentan a un mercado laboral sobrepoblado, con bajas rentas y liderazgos deficientes. Es un panorama que les hace percibir a algunas familias que perder el año escolar o simplemente desertar de este no tiene mayores repercusiones, en tiempos en que la necesidad ha obligado a parte de la población a convertirse en emprendedores o trabajadores por cuenta propia (los cuales, lamentablemente en la mayoría de los casos, subsisten, pero no logran un desarrollo integral).

A todo lo anterior se suma, de acuerdo a los especialistas, que la educación es vista como un campo de batalla ideológico, sin avances concretos que permitan mejorar la calidad de los establecimientos que dependen del Estado, ni lograr la integración de los padres como parte de la comunidad académica y hacer un acompañamiento efectivo que le permita a cada estudiante cubrir sus diferentes necesidades. Ante los ojos de la ciudadanía, las autoridades aparecen preocupadas de otros asuntos, sin realmente cumplir con la responsabilidad de ser garantes de la calidad educativa.

Este tiene de condiciones genera un efecto negativo en las familias que termina repercutiendo en el estudiante que no siente tener motivos para continuar su proceso de aprendizaje formal.

Por lo mismo, la tarea más fundamental de las autoridades de Educación es generar políticas públicas efectivas para hacerse cargo del progresivo empobrecimiento, desigualdad y fragmentación social; y que por otro establezcan políticas públicas alineadas con una actualización relevante de lo que se enseña en los establecimientos educativos. De lo contrario, las cifras reseñadas al principio tenderán a crecer, dejando a miles de jóvenes en la posibilidad de contar con herramientas para hacer frente a los desafíos de la sociedad.

Además, se informó que 227.000 estudiantes de entre 5 y 24 años salieron del sistema escolar entre 2004 y 2021.

Del total de quienes dejaron sus estudios, 27.711 corresponden a alumnos de enseñanza básica (54,8%); 14.167 estudiantes de enseñanza media de establecimientos científico-humanistas y 8.651 de liceos técnicos profesionales.

Al momento de hacer el desglose por género, la deserción se da con mayor frecuencia entre los hombres, ya que, según el estudio del total de desvinculaciones, 28.696 correspondieron a estudiantes varones.

El 94,1% de los desescolarizados, es decir 47.551 estudiantes del total, asistía a establecimientos educacionales en zonas urbanas, donde la mayor deserción se observó en la Región Metropolitana (48,7%), seguida de Valparaíso (9,6%) y el Biobío (5,8%).

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