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La Tribuna

Desprolijidades

por La Tribuna

No hay ninguna voz que matice la ola de declaraciones y comentarios a raíz del exabrupto ocurrido en el Gobierno, esta vez en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Justo cuando el Presidente de la República, Gabriel Boric, estaba en Buenos Aires participando en la VII Cumbre de la Celac, la propia Cancillería chilena filtró por error el registro de audio de una conversación privada entre la ministra Antonia Urrejola y su equipo de asesores. El grupo debate y critica las palabras del embajador de Argentina en Chile, Rafael Bielsa, quien se refirió al rechazo unánime del proyecto minero Dominga por parte del Comité de Ministros. En el audio, la secretaria de Estado se refiere en términos poco elegantes al representante argentino y define la estrategia para representar la molestia al canciller de ese país, Santiago Cafiero y la bajada comunicacional de la misma.

Luego que se divulgara dicho audio, la Cancillería salió al paso con un comunicado de prensa en donde, básicamente, informaron que la Directora de Comunicaciones de esta cartera presentó su renuncia al cargo, la que fue aceptada.

El problema del incidente no estriba solo en las razonables dudas que reuniones privadas de personeros de alto nivel sean grabadas sin el conocimiento ni la anuencia de sus participantes y que después sean divulgadas sin que nadie lo sepa, ni que el tenor del audio trasunte una situación que pudiera generar roces en la relación con Argentina, nuestro principal punto de punto de interés en materia diplomática.

Es que el Ejecutivo vuelve a cometer una chambonada de marca mayor, incluso ahora con ribetes de escándalo internacional. Nuevamente el Gobierno es protagonista de un hecho bochornoso, de un episodio similar al ocurrido hace casi un mes con la reconocida desprolijidad en los indultos presidenciales. El pésimo manejo del conflicto escaló a tal punto que aún continúa vigente en la opinión pública, más aún cuando estos días debe resolverse la acusación constitucional contra la ex ministra de Justicia, Marcela Ríos, que renunció debido al escándalo.

La lista de errores y desaciertos en la conducción del Ejecutivo es más que manifiesta. Fueron casi desde un principio, como fue aquel fallido viaje de la entonces ministra del Interior, Izkia Siches, a la comunidad de Temucuicui. De ahí en más se han sucedido des

Cuando asumió la administración de Gabriel Boric, sin lugar a dudas que los ojos iban a estar puestos con especial atención en cada una de sus acciones, en sus decisiones y los énfasis que tendría la labor del gobierno entrante. A priori, se advertía que la juventud del gabinete sería un factor a considerar porque, por una parte, podía aportar renovados bríos a la gestión, pero también podía adolecer de la necesaria experiencia para hacerse cargo del desafío mayor de conducir los destinos de un país.

Se podía entender y justificar que no hubiese la diligencia necesaria frente a determinadas situaciones. Sin embargo, ya no se puede comprender que ocurran tamaños despropósitos sucedan  estas alturas de la administración de Gobierno, sin que se tomen las decisiones para que situaciones así no vuelvan a suceder.

Con un Ejecutivo que presenta una aprobación ciudadana que no supera el 35%, no se trata solo de las acciones que pueda realizar para mejorar la conducción del país, sino que también debe poner atención en los detalles para evitar nuevos episodios bochornosos.

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