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La Tribuna

Proceso constituyente

por La Tribuna

El

gobierno anunció al caer la noche del domingo pasado que se abría a una nueva

Constitución. El cambio fue notorio, pues sólo 48 horas antes lo único similar

que se había escuchado desde La Moneda era la voz de reformas. ¿Qué cambió en

dos días? Algunos analistas aseguran que lo sucedido en Bolivia con la renuncia

de Evo Morales a la presidencia alarmó a los asesores del Presidente Sebastián

Piñera, quienes verían como una posibilidad real que el malestar social

presione en la misma dirección que lo hizo en la nación altiplánica. Otra voz

dice que la presión de las encuestas, de referentes dentro de su mismo sentido

político e incluso la presión de su partido habría empujado al Presidente a

aceptar que una nueva Constitución era el camino para salir la crisis.

Ahora

el tema que viene es la discusión de la forma. El Presidente ya propuso que se

realice a través de un Congreso Constituyente que sea validado por un

plebiscito ratificatorio una vez que la nueva Carta Fundamental haya sido

redactada por miembros del Congreso. Faltan varias definiciones ahí: qué

miembros en ejercicio participarán, quiénes no podrán hacerlo, cómo serán

escogidos estos representantes, cuánto tiempo tendrán para hacerlo y si se

dedicarán exclusivamente a ello o mantendrán sus funciones actuales. Son sólo

algunos de los temas por definir.

No

parece fácil tampoco lograr la aprobación a la idea inicial. La petición que se

ha escuchado desde las marchas de la ciudadanía es la de una Asamblea Constituyente,

opción que al menos en su propuesta inicial el gobierno ha optado por desechar.

Al análisis de los procesos constituyentes de las últimas décadas en el mundo,

pero especialmente en Latinoamérica, se puede ver que el Congreso Constituyente

ha sido uno de los que ha derivado en los documentos más estables en la región.

Quizás por ese lado va la inspiración del Gobierno.

Con

esto no se quiere decir que la Asamblea Constituyente sea un mal presagio. Un

país que se toma siempre como modelo, Finlandia, ha optado por esa vía

recientemente (2015).

Además, la

estabilidad es un bien discutible de una Constitución. Si bien lo esperable es

no modificarla en los años inmediatamente posteriores, como sucede en general

en los países que han pasado por etapas de inestabilidad política, tampoco una

Carta Fundamental es eterna. La democracia va cambiando y necesitando que la

Constitución se adapte. La mayoría es cambiada prontamente, mientras que solamente

unas pocas han durado más de 50 años. El promedio de vigencia de una

Constitución es de 19 años.

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