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La Tribuna

Una investigación con palos de ciego

por Leslia Jorquera

Básicamente, después de muchos años de investigación, se determina que uno de los primeros antecedentes recopilados, era finalmente la teoría más exacta del homicidio. ¿Quién dijo que había que archivar la teoría y por qué? Aquí hay responsables que deben dar una buena y convincente respuesta.

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La región del Biobío, fue protagonista de uno de los asesinatos más bullados por la prensa de todo el país.

Era el 19 de noviembre de 1999, cuando Jorge Matute Johns, de 23 años de edad, salió de su casa ubicada en villa Spring – Hill de San Pedro de la Paz, con destino a la discoteque “La Cucaracha”, para pasar un buen rato.

Sin embargo, a la mañana siguiente, su rastro se perdió y no fue hasta el 12 de febrero de 2004, que sus restos fueron encontrados a orillas del río Biobío.

Todo parece indicar que este caso fue “el crimen perfecto” porque ya van 19 años y nunca ha existido culpables por el caso. Es más, se ha cuestionado mucho las influencias detrás de los procedimientos, se ha teorizado y lo que es peor, se ha generado una muy mala investigación al respecto. Da para pensar en conspiraciones o mafias tapando el tema, por lo menos.

Pero en los hechos concretos, el día de ayer, en un encuentro sostenido entre la madre del joven asesinado, María Teresa Johns y la ministra en visita Carola Rivas, se le hizo entrega a la familia de la carpeta de la investigación, la cual determina que Matute, murió producto de la ingesta de un fármaco pentobarbital, suministrado con la intención de inhibir su voluntad y agredirlo sexualmente.

Lo que resulta curioso es que esta tesis denominada “hoja de parra”, fue desechada a los pocos días de la desaparición por la Policía de Investigaciones y permaneció guardada durante 15 años.

El motor que habría ocasionado el crimen al fin sale a la luz, pero, tal cual como indica la magistrada, en este proceso se cometieron una cantidad “insuperable” de errores, que nos deben dejar una lección. En una mala investigación, carente del profesionalismo que se espera de las policías, las elucubraciones ciudadanas son totalmente respetables.

Hoy las policías deben tomar este caso como un ejemplo. Probablemente si hubieran sido más diligentes, podrían haber capturado a los responsables. Hoy de los 12 sospechosos del crimen sólo quedan vivos cinco, los que están descartados, por lo tanto, esa familia tendrá que vivir el resto de sus días, con la impotencia de no poder hacer justicia respecto a la brutal muerte del estudiante de ingeniería forestal de la Universidad de Concepción.

Básicamente, después de muchos años de investigación, se determina que uno de los primeros antecedentes recopilados, era finalmente la teoría más exacta del homicidio. ¿Quién dijo que había que archivar la teoría y por qué? Aquí hay responsables que deben dar una buena y convincente respuesta.

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