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La Tribuna

El refichaje y el descontento social

por Zazil-Ha Troncoso

Lo que hemos visto en las últimas semanas es a los distintos partidos políticos buscando por todas las vías conseguir adeptos para poder existir y competir en las próximas elecciones presidenciales, parlamentarias y de consejeros regionales.

Sin embargo, los propios políticos y sus actitudes se han encargado de generar en la masa interesada la desconfianza o el rechazo a firmar por algún eje de izquierda, centro o derecha. La razón es simple de determinar y responde a la siguiente interrogante: ¿qué ofrece un partido político a un ciudadano, más que inestabilidad? En Chile hablamos mucho de democracia y libertad de expresión, pero la intolerancia social está oculta, solapada, y nos cuesta asumir esta realidad.

Quien sea de una ideología que no corresponde con la mayoría de turno, debe callar y hasta mentir para no ser pasado a llevar. En muchos casos, el pensar distinto cuesta aún más cuando cambian las autoridades. El nuevo elegido despide a quienes no piensan como él y la inestabilidad se apodera de ellos. Esto pasa en el gobierno y en las municipalidades. ¿O alguien se atreve a decir lo contrario?

¿Por qué firmar entonces? No hay razones. Los únicos que llegarán a refichar son los fanáticos que gracias a sus amigos, “poderosos” parlamentarios u otros con influencias, tienen la seguridad de que podrán ser reubicados en el sector público o privado, pase lo que pase, gracias a las redes de contacto, sin embargo, un ciudadano normal no tiene esa opción.

Hoy ingresar a la política ofrece más que perder que ganar, y las bajas firmas son muestra de aquello.

Si Chile fuera más tolerante, más integrador, y con una actitud donde la política se utiliza realmente para el bien común, donde se evidencien los resultados, la comunidad se agolparía a opinar y a participar, porque se sentiría valorada. Pero eso aquí no pasa.  

Mientras los grupos de poder dentro de la política nacional se dediquen a ejercer estas conductas contra los trabajadores públicos no militantes, y mientras la comunidad siga observando que las autoridades se comportan en muchos casos sin la ética necesaria, nada de esto cambiará.

Asimismo, manteniendo este estilo de hacer política pensando en los cargos y en mantener el poder por sobre el bienestar de las personas, seguiremos en esta crisis de la democracia que nadie, ni siquiera las caras nuevas que refrescaron el Congreso, han logrado cambiar.

Es hora de escuchar a la gente. Esto debe mejorar, si no, seguiremos siendo una sociedad resentida, dividida y condenada.

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