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La Tribuna

Ya nada nos sorprende

por Leslia Jorquera

Cuando ocurre una desgracia, en vez de ayudar, intervenir y actuar en base al bienestar de todos, muchos optan por sacar sus celulares y comenzar a grabar o tomar fotografías.

La jornada del lunes causó impacto mundial el brutal asesinato a balazos del embajador ruso en Turquía, Andréi Kárlov por parte de un pistolero turco, mientras el diplomático inauguraba una exposición fotográfica.

Un hecho de estas características, ocupa espacios en la prensa internacional, en las redes sociales, pero nadie se preocupa del fondo del tema y las consecuencias que puede traer.

Tampoco nadie se detiene a pensar en lo dramático de la escena, más allá del morbo que genera verlas. Quizás las películas de acción nos tienen acostumbrados a estas imágenes y ya no nos sorprenden, o simplemente perdimos en parte, nuestra conciencia social y la capacidad de analizar que vivimos en un mismo planeta en donde suceden estos horrores. Lo vemos todo muy lejano. En consecuencia, lo vemos como una información más del noticiario.

El 11 de septiembre de 2001, todas las televisoras del mundo, transmitían -en directo por primera vez en la historia-  un atentado terrorista que afectó a las torres gemelas en EEUU.

Nos impactábamos de la violencia de las imágenes o de cómo personas, intentando salvarse o simplemente rendidas, saltaban desde los rascacielos para evitar ser consumidos por las llamas.

Esto puede marcar un antes y un después, porque de ahí en adelante, la televisión e internet, nos acostumbraron a las imágenes violentas. Vimos asesinatos de guerra muy crueles, decapitaciones a secuestrados, atentados a escuelas y hospitales y eso, nos cambió como sociedad.

Para lograr explicar este cambio, es necesario remontarse al 31 de agosto de 1997, cuando la princesa Diana de Gales, conocida como Lady Di, murió en un accidente automovilístico que tuvo lugar en el interior del Puente del Alma, en la ciudad de París, Francia.

La mayor condena que se hizo por parte de las personas de todo el mundo, fue que los paparazzi de la prensa, se dedicaron a captar las mejores imágenes del accidente, en vez de intentar salvarla, ya que se dijo en su oportunidad que si ellos hubieran intervenido, probablemente la princesa, se podría haber salvado. Pero ellos eligieron sacar fotografías.

Hoy, a 19 años de ese hecho, con todas las experiencias que han sucedido a nivel mundial y que han recorrido nuestras pantallas, ¿qué es lo que hacemos nosotros?

Cuando ocurre una desgracia, en vez de ayudar, intervenir y actuar en base al bienestar de todos, muchos optan por sacar sus celulares y comenzar a grabar o tomar fotografías. Incluso algunos, se mofan de la situación y la disfrutan, creando los llamados “memes” o haciendo parodias en las redes.

Hemos perdido la empatía y la capacidad de asombro y, lo que es peor, la mayoría lo tiene tan asumido, que prefieren seguir así.

 

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