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La intimidad puede sacar a relucir las inseguridades más profundas de una persona. El temor al juicio sobre el cuerpo, el desempeño y el deseo puede generar una ansiedad significativa en el momento de tener relaciones sexuales por primera vez.
La excitación sexual es un proceso complejo que involucra múltiples aspectos del cuerpo y la mente, desde el cerebro hasta los nervios y los músculos. Ante estos nervios, algunas personas recurren al alcohol u otras sustancias para superar la timidez.
Aunque muchos creen que el alcohol y las drogas pueden funcionar como afrodisíacos y ayudar a relajarse o aumentar la energía durante el acto sexual, los expertos advierten que esta práctica es un arma de doble filo.
La Encuesta Mundial de Drogas revela que el alcohol es la sustancia más utilizada durante el sexo, seguido por la marihuana y el éxtasis. El alcohol se usa para desinhibirse, la marihuana para conectar con la sensualidad, y el éxtasis para prolongar el rendimiento sexual, especialmente en hombres.
El estigma asociado a las disfunciones sexuales lleva a muchas personas a buscar soluciones rápidas en lugar de abordar el problema de raíz.
Según la psicóloga y terapeuta sexual Claudia Ferrer, la sociedad enseña un modelo de sexualidad centrado en la penetración, con un guión de pasos que incluye preliminares, coito y orgasmo.
En este contexto, la presión por cumplir con este guión puede hacer que los hombres se sientan menos masculinos si tienen problemas de erección o eyaculación precoz, y que las mujeres se sientan menos atractivas si no logran que sus parejas alcancen el orgasmo.
Ferrer explica que esta situación lleva a muchas personas a ocultar sus problemas sexuales, temiendo ser considerados anormales. En parejas, estos problemas se manejan en privado, mientras que los individuos solteros pueden autoculparse y esforzarse por cumplir con las expectativas sexuales a pesar de no tener deseo.
El uso de alcohol, drogas y ciertos medicamentos, como el viagra y los antidepresivos, puede convertirse en una solución temporal, creando un círculo vicioso que puede llevar a disfunciones sexuales.
La sexóloga Carola Fernández explica que tanto la marihuana como el alcohol afectan la respuesta sexual porque son depresores del sistema nervioso central.
En el caso del alcohol, hay evidencia de que interfiere con la producción de hormonas esenciales para la respuesta sexual, causando problemas como la disfunción eréctil y la anorgasmia, especialmente en los hombres.
Aunque las mujeres pueden reportar una mayor sensación de disfrute debido a una percepción amplificada de los estímulos táctiles y auditivos, esto no implica un cambio fisiológico real, sino una alteración en la percepción.
El Dr. Rodrigo Santis, jefe de la Unidad de Adicciones de la Red UC CHRISTUS, señala que sustancias como el éxtasis buscan aumentar la sensibilidad, mientras que la cocaína se utiliza para potenciar el rendimiento sexual.
Sin embargo, estos efectos suelen ser temporales. Con el uso repetido, tanto el alcohol como las drogas reducen la respuesta sexual normal, disminuyendo el deseo y dificultando la capacidad de lograr una erección o alcanzar el orgasmo.
En resumen, aunque el alcohol y las drogas pueden ofrecer una solución temporal a las inseguridades sexuales, su uso frecuente puede tener consecuencias negativas a largo plazo, afectando la salud sexual y emocional.
Es fundamental abordar las disfunciones sexuales de manera integral, sin recurrir a soluciones de corto plazo que pueden agravar los problemas.
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