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La Tribuna

El fin de una era: la vez que cerró para siempre la Estación de Ferrocarriles

por Juvenal Rivera Sanhueza

Lo que partió en aquel día de noviembre de 1875 en que el recinto fue inaugurado con grandes ceremonias y trompetas y fanfarrias y que se cerró en 1996 de manera muy escueta, en la indiferencia, casi en silencio y el olvido.

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Fue el titular secundario en la portada del diario a mediados de diciembre de 1996. Cuatro palabras que, detrás de sí, trasuntaban el inexorable fin de una de las etapas más fundamentales en la historia local.

Cierran Estación de Ferrocarriles titulaba La Tribuna. Así, de forma muy escueta, se informaba que la estación ferroviaria que se ubicaba entre las avenidas 21 de Mayo y Ricardo Vicuña, simplemente desaparecía.

Su agonía fue lenta, quizás para que fuera menos dolorosa. Es que desde que se conoció el fin de las operaciones de la estación, no hubo mayores reacciones, salvo el de la agrupación de antiguos trabajadores ferroviarios que se quedarían sin un lugar para sus reuniones.

Pero no fue más que eso. No hubo más que eso. Se puso término a más de 120 años de historia sin que pareciera haber importado demasiado.

El inicio - porque todo tiene un principio - fue en un lejano noviembre de 1875 cuando la modesta villa de Los Ángeles se vistió de gala para recibir a la primera máquina a vapor que detuvo su marcha en la flamante Estación de Ferrocarriles, que se construyó a una cuantas cuadras de la plaza de Armas.

Y no era para menos. Ya se presumía que el arribo del servicio de transporte de pasajeros y de carga sería fundamental para sacar a Los Ángeles de su condición de virtual aislamiento. Y así fue demostrado con creces con el paso del tiempo.

Por fin, la apartada villa que durante años estuvo marcada por su ubicación en los confines de corona española y la república, estaría conectada al resto del país por medio un sistema de transporte rápido y expedito. Atrás quedarían esos lentos y agotadores desplazamientos a caballo o en carretas. A modo de ejemplo, un viaje a Santiago podía tomar 10 días o más.

Aunque el tren llegó a la villa a través de un ramal (la línea principal estaba en Santa Fe y desde ahí salía la conexión a Los Ángeles), de todas forma fue posible que los habitantes de ese tiempo dieran un paso relevante hacia la modernidad. No solo se trasladaban personas, no solo se reducían los tiempos de viaje de una manera inimaginable, sino que también tendría salida la producción agrícola de los campos de la zona.

Tan importante fue que las salidas y las llegadas en tren de personalidades relevantes de la ciudad eran divulgadas en la prensa de ese tiempo. Con mucha pompa, hasta los años 60 se tuvo la costumbre de anunciarlos.

El arribo del servicio no pudo ser más oportuno. Años antes, en 1861, cuando el Ejército chileno cruzó hacia el sur del río Biobío y se adentró en la nación mapuche, Los Ángeles perdió su importancia relativa como articuladora de la presencia militar en el territorio.

El tren puso a la ciudad de nuevo en órbita y la integró al resto del país. Sin el servicio ferroviario, lo más probable es que Los Ángeles hubiese languidecido hasta desaparecer o convertirse en una ciudad de tono menor.

Como si fuera poco, la estación quedó solo a un par de cuadras de la plaza de Armas, permitiendo que en su entorno surgiera una intensa actividad relacionada con restaurantes, bares, hostales y hoteles para recibir a sus pasajeros eventuales que arribaban a Los Ángeles. Durante décadas, el epicentro de la actividad fue la calle Caupolicán, con mucho ajetreo comercial de día y de vida bohemia y disipada en la noche.

La zona de la estación de trenes fue complementada con la laguna Esmeralda y el estadio, convirtiendo el conjunto en uno de los más visitados por décadas.

Sin embargo, la construcción de la Ruta 5 Sur (entre los años 50 y 60 fue levantado el tramo por esta zona) le restó parte de su importancia al convertirse en una opción de transporte. En la década del 70, motivaciones políticas causaron que servicio de trenes decayera en todo el país. La estación en Los Ángeles no fue la excepción. A principios de los 80 terminaron los trenes de pasajeros y solo se mantuvo el movimiento de carga que cada vez menguaba mucho más.

Al cabo, la estación - tal como se reseña al principio de esta crónica - fue cerrada en diciembre de 1996.

Después el terreno se loteó y se vendió. Ahora hay un supermercado gigante, un instituto profesional y un terreno de propiedad municipal cuyo destino aún está por definir.

Así se puso fin a lo que partió en aquel día de noviembre de 1875 en que el recinto fue inaugurado con grandes ceremonias y trompetas y fanfarrias y que se cerró en 1996 de manera muy escueta, en la indiferencia, casi en silencio y el olvido.

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