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La Tribuna

Bancos de Italia están en una crisis en cámara lenta. Y Europa podría pagar

por Gabriel Hernandez Velozo

Peter S. Goodman / © 2016 New York Times News Service

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ILÁN _ VictorMassiah se ha cansado de declarar que el sistema bancario italiano está tan hecho jirones y lleno de préstamos terribles que amenaza a Europa con otra crisis financiera.

La mansión que sirve como oficinas centrales para el banco que dirige, UBI Banca, uno de los prestamistas más grandes de Italia, no parece un lugar al borde de quedarse sin dinero. Una chimenea de mármol con incrustaciones destaca en una sala de conferencias debajo de vigas de madera dignas de un castillo. Una estatua de la diosa griega Atenea se erige triunfante sobre una escalera.

“Como puede ver”, dice, recorriendo con la mano la escena, “no estamos necesariamente en bancarrota”.

Entre la alarma de los formuladores de políticas por las señales del próximo desastre financiero, la montaña de deuda bancaria incobrable de Italia es un tema discutido en tonos comúnmente reservados a las pilas de plutonio. Sus bancos parecen a la vez demasiado grandes para quebrar y eminentemente capaces de hacerlo, amenazando a la economía mundial.

Durante años, los prestamistas italianos se las han arreglado, esperando que el tiempo curara sus sufrimientos. Pero la economía de Italia se ha mantenido terminalmente débil, sin crecer nada en los últimos 13 años. Los préstamos malos han supurado. Y los préstamos buenos se han deteriorado.

Los problemas de Italia son los problemas de Europa. Casi una quinta parte de todos los préstamos en el sistema bancario italiano se clasifican como en problemas, con un valor total de 360,000 millones de euros (casi 400,000 millones de dólares) a fines del año pasado, según el Fondo Monetario Internacional. Eso representa aproximadamente 40 por ciento de todos los préstamos malos dentro de los países que comparten el euro.

En las últimas semanas, la atención del mundo se ha trasladado al prestamista más grande de Alemania, el Deutsche Bank, por temor a que pudiera verse forzado a buscar un rescate. Pero si el Deutsche se ha convertido en la crisis del momento, Italia es la amenaza perpetua que pudiera, en cualquier momento, dar al mundo una desagradable sorpresa lo suficientemente poderosa para enviar a legiones de funcionarios a Roma para tratar de contener el daño.

El gobierno italiano ha buscado gastar más dinero para estimular la economía. Pero los líderes europeos, encabezados por Alemania, han impuesto reglas que limitan los déficits presupuestarios. Y los bancos italianos se han aferrado al efectivo y se muestran renuentes a prestar, privando de capital a una economía ya anémica.

Todo lo cual deja a Italia y a Europa y, en cierto grado, a la economía mundial, ante un dilema enorme. Europa quizá nunca recupere el vigor económico en tanto los bancos de Italia estén en una emergencia en cámara lenta. Pero los bancos de Italia no pueden recuperar la salud sin crecimiento. Y la economía de Italia no puede crecer sin bancos sanos.

Massiah no tiene paciencia para las historias que proyectan a la banca como la fuente del peligro. Dejando de lado unos cuantos casos irresponsables, los prestamistas de Italia no son la causa del problema, insistió. Más bien, son las víctimas de su época.

Una recesión que duró siete años eliminó a casi una cuarta parte de la industria italiana. La tasa de desempleo se ubica por encima del 11 por ciento. La población está envejeciendo, y muy pocas mujeres están trabajando, lo que limita el poder adquisitivo. Demasiadas empresas italianas son operaciones pequeñas que son especialmente vulnerables a la globalización. Las familias de artesanos y los fabricantes de ropa han sido destruidos por la competencia de bajo costo de China. Las tasas de interés negativas mantenidas por el Banco Central Europeo para alentar el crédito han recortado los márgenes de utilidad de los bancos.

“Este es un país centrado en la banca, y existe una crisis enorme”, dijo Massiah. “Cuando la marea se retira, no se ve todo bonito en el mar”.

‘Un síntoma, no la causa’

El padecimiento de la banca de Italia es un síntoma del estilo empresarial italiano que tradicionalmente ha favorecido las relaciones y los lazos comunitarios por encima de un análisis desapasionado del balance general; una percepción que la nación está ansiosa por cambiar. Visitar a altos funcionarios italianos en sus oficinas decoradas como versiones personales de la Capilla Sixtina es escuchar una letanía de quejas de que las reformas no han sido debidamente apreciadas. Revelan resentimiento de que Italia continúe siendo caricaturizada como la debacle insensata en el centro de la declinación económica europea.

El cómicamente ineficaz ex primer ministro Silvio Berlusconi _ un magnate de medios intensamente bronceado _ ha sido enviado a la historia. En los controles está hoy el joven tecnócrata MatteoRenzi, quien ha realizado una serie de reformas políticamente peligrosas largo tiempo buscadas por los funcionarios de rostro solemne en Bruselas.

Bajo la dirección de Renzi, Italia ha hecho más fácil despedir trabajadores. Esto de alguna manera ha disminuido el importante desincentivo para otorgar empleo a las personas: el temor no irracional de que las contrataciones que resulten ser un problema se queden para siempre, como los hijos adultos atados al refrigerador. Italia también ha acelerado los procesos civiles en sus tribunales notablemente ineficientes.

El primer ministro está buscando ahora un cambio constitucional que reformaría todo el proceso legislativo en un esfuerzo por romper un atolladero en la cámara alta del Parlamento. Argumenta que eliminaría las obstrucciones a más medidas favorables para el crecimiento.

Sin embargo, según la versión de algunos economistas, las reformas son una atracción secundaria: el problema radica en los bancos. Apuntalan a las llamadas compañías zombis que nunca pagarán sus préstamos, extendiendo solo el crédito suficiente para mantenerlas al corriente en sus deudas.

Si se sugiere esto al hombre a cargo del sistema, Ignazio Visco, gobernador del Banco de Italia, retrocede como si alguien hubiera lanzado un objeto ofensivo a su elegante alfombra de seda. El grueso de la deuda mala de Italia está respaldada por garantías colaterales, dijo. La mayor parte del resto tiene una sólida posibilidad de convertirse en deuda cobrable, siempre que regrese el crecimiento económico.

“Es el resultado de las malas condiciones económicas, siete años de recesión casi continua”, dijo Visco. “La banca es un síntoma, no la causa”.

Cementerios de industrias

UBI quizá sea el gran prestamista italiano por excelencia.

Fue creado combinando a cooperativas de préstamos locales; instituciones destinadas a ayudar a los comerciantes locales, no a producir utilidades para los inversionistas. Refleja un espíritu de proyecto colectivo que ha hecho de Italia un amado destino vacacional y una fuente confiable de alimentos y moda.

Pero esos tratos con base emocional generalmente no producen resultados positivos cuando se trata de manejar dinero.

Desde que se convirtió en director ejecutivo de UBI en 2008, Massiah ha buscado inculcar una cultura bancaria moderna. Ha estado en la posición socialmente difícil de tener que honrar el sentido de comunidad mientras dice “no” a las personas que se sienten con derecho de escuchar “sí”.

“Decimos: ‘Sentémonos’”, dijo. “‘Veamos el plan de negocios. Porque si no es factible, solo vamos a prolongar su agonía’”.

Los préstamos malos en los libros de UBI descendieron a 8,300 millones de euros respecto de 9,300 millones de euros a fines del año pasado.

Sin embargo, UBI, también, enfrenta denuncias de delitos. Fiscales italianos anunciaron recientemente que habían concluido una investigación que encontró evidencia de que Massiah y otros 38 funcionarios del banco obstruyeron a reguladores italianos que habían estado investigando denuncias de que la compañía había elegido inadecuadamente a un consejo supervisor en 2013. Los acusados tenían tres semanas para probar que no merecen que se les presenten cargos.

Massiah restó importancia a la acusación como el resultado de una batalla altamente politizada por el control del banco tras una fusión.

Añadió que él y el consejo finalmente cambiaron la estructura de UBI para asegurar la transparencia. Los votos son asignados ahora de acuerdo al tamaño de la inversión.

Massiah pasa horas con sus gerentes de sucursales, aconsejándoles cómo analizar más cuidadosamente las hojas de balance mientras dan malas noticias. Aun cuando enfrenten un choque entre las cifras frías y lo que él llama “los valores importantes de la vida”; una joven pareja que quiere una hipoteca, por ejemplo, para poder comprar una casa e iniciar una familia.

“Es difícil para la gente manejar la parte emocional de la historia”, dijo Massiah. “Las personas que tenemos en la sucursal son seres humanos y se sienten mal. Es terrible decir no, en particular en nuestra cultura. En cierta forma, en la cultura anglosajona, hay una forma más directa de interactuar. Nuestra cultura es menos directa. Nuestra cultura se inclina menos al enfrentamiento”.

FOTOGRAFÍA: UBI es una de la mayoría de los bancos italianos que están atrapados en un enigma que enfatiza la austeridad, limita los déficits presupuestarios y hunde la economía del capital. Y no está mejorando. (CalogeroRusso / El New York Times)

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