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La Tribuna

Quien sea que gane la Casa Blanca, el gran perdedor de este año es el correo electrónico

por Gabriel Hernandez Velozo

Farhad Manjoo / © 2016 New York Times News Service

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Cada cuatro años, los expertos compiten por consagrar ésta o aquélla tendencia tecnológica novedosa como la próxima fuerza disruptiva que alterará por siempre las mecánicas de la democracia de Estados Unidos. La campaña de 2016 ya ha sido llamada la elección Snapchat, la elección Periscope, la elección Meerkat, la elección Twitter, la elección Facebook y la elección meme (si hubiera un emoticón de vómito, insertaría uno aquí. Y también tendríamos las “emoti-elecciones”).

No obstante, durante meses a esta bizarra campaña no la ha definido tanto la tecnología de punta sino una de las tecnologías más consolidadas: el correo electrónico. Estamos en el año 2016, y hemos sido bendecidos con un bochornoso número de formas para comunicarnos de manera segura y conveniente. Pero de lo único que todos hablan es de los malditos correos electrónicos de Hillary Clinton.

Esta columna no habla de los escándalos reales o imaginarios expuestos por el alijo de mensajes de Clinton y de los miembros de su campaña, mismos que, gracias al Departamento de Estado, a los piratas informáticos rusos, a Judicial Watch y a WikiLeaks, actualmente se derraman regularmente a la opinión pública.

En cambio, examinemos un misterio más básico sepultado en los correos electrónicos: ¿Por qué todas estas personas estaban hablando de tantas cosas vía correo electrónico, para empezar? ¿No conocen las llamadas telefónicas? ¿No han oído hablar de las reuniones cara a cara en estacionamientos de Washington escasamente iluminados? ¿De cualquier otro lugar donde sus conversaciones no hubiesen sido constantemente grabadas, archivadas o sometidas a búsquedas en las próximas décadas?

La respuesta, por supuesto, es que el correo electrónico es tan tentador como ineludible, para Clinton como para el resto de nosotros. Más de 50 años luego de su nacimiento, el correo electrónico ejerce una asombrosa influencia sobre todos nuestros asuntos internos.

Pero todo debe conocer a su creador, y para el correo electrónico, ese momento está cerca.

La repentina

El correo electrónico simplemente no está a la altura de los rigores de la vida moderna de la política y de los negocios. Nos produce una falsa sensación imprudente de seguridad que nunca es así. Nos incita a revelar nuestros secretos más oscuros, y luego pone esos secretos al alcance de cualquier pirata informático medianamente decente. Hay varias alternativas que podrían ocupar su lugar, sin los mismos peligros, y los correos de Clinton nos muestran por qué sería inteligente de nuestra parte adoptar una de ellas.

Brindemos por el correo electrónico, que ha tenido una gran vida. Y después continuemos a otra cosa, y bailemos sobre su tumba.

Los últimos correos electrónicos de Clinton provenían de la cuenta pirateada de Gmail de John D. Podesta, el presidente de campaña de Clinton. Envié un correo electrónico a la campaña para preguntar sobre la filtración y sobre las prácticas de seguridad para los correos electrónicos, pero no obtuve respuesta (¿Tal vez han rehuido de los correos electrónicos?). La campaña se ha negado a confirmar la autenticidad de los mensajes, lo que habla de uno de los defectos del correo electrónico: puede falsificarse fácilmente, así que no hay una buena forma para que cualquiera que lea esos mensajes pueda confirmar si realmente son de la campaña de Clinton.

Pero si asumimos que los mensajes son auténticos, descubrimos rápido aún más defectos del correo electrónico. Lo más impactante sobre el alijo de Podesta es lo central que ha sido el correo electrónico en las operaciones de la campaña. En 2016, las campañas presidenciales, como toda empresa grande, son operaciones de gran alcance. Muchas personas en muchos lugares intentan planear cosas conjuntamente. Al grado en que exista alguna centralidad en la organización, yace en la comunicación a través del correo electrónico.

Puede ver por qué puede ser útil. Tener un solo lugar para hablar de todo lo que hace que los equipos sean más eficientes. En la campaña de Clinton, el correo electrónico es utilizado como forma de comunicar noticas, fijar tácticas y estrategia, teorizar, resistir, chismear. Es usado en lugar de las llamadas telefónicas y de las reuniones cara a cara; es usado como mensajero instantáneo, como agenda diaria y como pizarrón colaborativo.

“Sugiere que todavía no habían tenido una sensación de seguridad perforada”, dice Adam Segal, un experto en seguridad cibernética del Consejo de Relaciones Exteriores y autor de “The Hacked World Order”. “Una vez que se ha tenido esa filtración, no se vuelve al mundo donde escribimos cosas delicadas en un correo electrónico. Si alguien tiene algo delicado que decir, utilizará el teléfono o caminara al final del pasillo”, afirma.

Un entramado de la primavera de 2015 resulta revelador porque sugiere las ventajas del correo electrónico y sus enormes defectos. A lo largo de tres días, media docena de miembros séniores de la campaña usaron el correo electrónico para hablar de un tema delicado: ¿La campaña debía permitir que personas que cabildean en representación de gobiernos extranjeros, conocidos como agentes extranjeros registrados, recauden donaciones en su nombre? Los expertos en el tema repasaron las ramificaciones legales y políticas, y varios miembros sopesaron dos ideas; no recibir dinero de agentes extranjeros, o recibir algo de dinero basándose en cada caso, dependiendo del gobierno extranjero que el agente representara (de Canadá estaría bien; de Corea del Norte no).

Al segundo día de discusiones, el hilo se estaba volviendo largo y no estaban llevando a ningún lado, así que Robby Mook, el gerente de la campaña, propuso una llamada rápida para concretar la idea. Casi se disculpó por sugerir una llamada, porque le preocupaba que fuese demasiado madura, “con demasiado procedimiento”.

La llamada telefónica aparentemente se realizó. Pero en la campaña de Clinton, hasta una llamada telefónica necesitaba ser documentada en un correo electrónico. Así que luego de la llamada, otro miembro del equipo reportó la decisión tomada durante la llamada: prohibir donaciones de agentes extranjeros.

Pero la cosa no terminó allí. Marc E. Elias, consejero general de la campaña, se metió en la conversación para decir que él no había estado en la llamada pero que se oponía a la prohibición a las donaciones extranjeras, porque según dijo se sentirían arbitrarias.

Eso desencadenó otra ronda de discusiones, provocando molestia entre algunas personas del hilo de la conversación. Finalmente, Mook escribió para decir que gracias a Elias había cambiado de opinión, y que ahora se inclinaba a aceptar el dinero de los agentes extranjeros. “¿Muchachos, están de acuerdo con eso?”, preguntó Mook.

Eso provocó la ocurrencia repentina de Jennifer Palmieri, directora de comunicaciones de la campaña: “¡Agarren el dinero!”, escribió desde su iPhone.

En los días subsiguientes a las publicaciones de WikiLeaks, este hilo de conversación se volvió un tema de campaña. Donald Trump hasta se refirió a lo dicho por Palmieri en un acto de la semana pasada.

Pero no tendría que haber sido así. Si hubiesen estado usando algún otro sistema de comunicación, muy probablemente hubieran evitado este problema.

Un sistema de comunicación más moderno, algo como Slack o HipChat, también puede ser jaqueado, pero hubiera permitido a un administrador central establecer una política de archivado. Luego de unos días o semanas, este tipo de conversaciones hubiesen sido borradas. Eso es menos práctico para el correo electrónico, que dada su misma naturaleza es descentralizado. Una vez que se envía un correo electrónico, el hilo reside en todos los dispositivos donde cada receptor lo haya descargado.

Aún mejor, una aplicación como Signal, que cifra los mensajes (y que ahora se ha informado que está siendo usada por la campaña), hubiese hecho más difícil descifrar los mensajes en primer lugar.

Finalmente, vale la pena señalar cuánto tiempo y cuántos correos electrónicos (más de una docena) fueron necesarios para que el grupo llegara a su decisión. El correo electrónico a veces nos engaña haciéndonos sentir eficientes, pero raramente lo es. Debido a que es asincrónico, y dado que no tiene límite de espacio y tiempo, a menudo lleva a vacilaciones interminables carentes de sentido. Si hubiesen dejado de lado el correo electrónico y hubiesen tenido una reunión de 15 minutos, los miembros de la campaña hubiesen concretado la decisión sobre los agentes extranjeros más rápido en privado.

En otras palabras, los límites a menudo ayudan. Póngase al teléfono, tome una decisión, deshágase de su bandeja de entrada. El mundo estará mejor si lo hace.

 

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