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La Tribuna

Los alucinógenos alivian la depresión en enfermos de cáncer

por Nicolas Irribarra Irribarra

Jan Hoffman / © 2016 New York Times News Service

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Una mañana de verano de 2013, OctavianMihai entró en un salón tenuemente iluminado, en el que había una pequeña estatua de Buda, una caja de pañuelos desechables y una solitaria rosa roja. De un cuenco de barro tomó una cápsula de psilocibina, la sustancia activa de los hongos alucinógenos, y se la tragó.

Después se puso una mascarilla en los ojos y unos auriculares y se tendió en un sofá. Pronto empezaron a aparecer imágenes que cruzaban como estrellas fugaces: un mundo giratorio que parecía un tablero de ajedrez azul y verde. Se vio a sí mismo en una camilla frente a un hospital. A sus padres, mirándolo con una dolorosa tristeza mientras él trataba de tocarlos, imbuido de un amor infantil.

La psilocibina ha sido ilegal en Estados Unidos desde hace más de cuarenta años. Pero Mihai, que había acabado un tratamiento para linfoma tipo Hodgkin en fase 3, estaba participando en un estudio para determinar si la droga puede reducir la ansiedad y la depresión en los pacientes de cáncer. A lo largo de esa sesión, de ocho horas de duración, un psiquiatra y un trabajador social del centro médico Langone de la Universidad de Nueva York estuvieron a su lado.

Los resultados de ese estudio, y los de una pequeña prueba controlada similar, fueron sorprendentes. Un 80 por ciento de los pacientes de cáncer mostraron una reducción clínicamente significativa tanto de la ansiedad como de la depresión, respuesta que se mantuvo unos siete meses después de una sola dosis. Los efectos secundarios fueron mínimos.

En ambas pruebas, la intensidad de la experiencia mística descrita por los pacientes estuvo en relación directa con el grado en que se redujeron la ansiedad y la depresión.

Los estudios, llevados a cabo por investigadores de la Universidad de Nueva York con 29 pacientes y de la Universidad Johns Hopkins con 51, fueron dados a conocer simultáneamente en TheJournal of Psychopharmacology. Los investigadores actuaron después de una laboriosa revisión por parte de los reguladores y sus estudios son los más grandes y meticulosos entre un puñado de pruebas realizadas para explorar las posibilidades terapéuticas de la psilocibina.

Los doctores Jeffrey Liebreman, ex presidente de la Asociación Americana de Psiquiatría, y Daniel Shalev, del Instituto Psiquiátrico de Nueva York, son algunas de las figuras más destacadas del mundo de la psiquiatría, la medicina de adicción y la atención paliativa que apoyaron el trabajo. Los estudios, señalaron, son “un modelo para revisar las sustancias criminalizadas de interés de una forma segura y ética”.

Si pudieran atenuarse las restricciones en la investigación, agregaron, “habría mucho potencial para nuevas perspectivas científicas y aplicaciones clínicas”.

Aunque los enfermos de cáncer no podrán recurrir a la psilocibina con fines terapéuticos dentro de poco tiempo, los hallazgos les dan vigor a las aplicaciones para expandir las investigaciones en una prueba con cientos de participantes en varios centros.

Algunos profesionales de la medicina tienen sus reservas sobre este tipo de investigaciones. Por ejemplo, el Dr. William Breitbart, presidente del departamento de psiquiatría del Centro de Oncología del Memorial Sloan-Kettering, cuestiona que se use esa droga en los pacientes de cáncer. “La mariguana medicinal logró abrirse paso con el argumento de que los pacientes de cáncer estaban sufriendo, que estaban por morir, así que por compasión había que dársela”, afirma. “Y ahora podemos extender esa droga a otros fines.”

En Estados Unidos y en Europa se están haciendo pruebas con la psilocibina para el alcoholismo, el tabaquismo y la depresión clínica. Y se están estudiando las aplicaciones clínicas de otros alucinógenos. Esta semana, la Administración de Alimentos y Medicamentos aprobó un ensayo de gran escala para investigar la 3,4-metilendioximetanfetamina, más conocida como éxtasis, en casos de trastorno por estrés post-traumático.

La angustia psicológica relacionada con el cáncer, que aflige hasta el 40 por ciento de los pacientes, puede ser resistente a la terapia convencional. La ansiedad de Mihai empezó cuando los médicos encontraron que se encontraba en remisión.

Él no dejaba de tocarse los nódulos del cuello donde había aparecido el cáncer. Viajó a Europa para celebrar el fin del tratamiento, pero abruptamente decidió regresar a Nueva York, aterrado de estar lejos de los oncólogos. Empezó a beber mucho todos los días, poniendo en peligro su de por sí delicada salud.

Alarmados, los médicos le propusieron el estudio con la psilocibina.

Tomó la cápsula y empezó a viajar. Después de verse en una camilla de hospital, recuerda, “tuve una revelación”.

“¿Por qué dejas que te aterre que vuelva a presentarse el cáncer? Eso es tonto. Tú tienes el poder de desprenderte de ese miedo”, se dijo a sí mismo. “Ahí fue cuando vi que me salía humo negro del cuerpo y me sentí sensacional.”

Tres años después, Mihai, ahora de 25 años de edad y asistente médico en Las Vegas, afirma: “El cáncer ya no me causa ansiedad. La muerte ya no me causa ansiedad.” Esa sesión, asegura, “hizo que mi vida fuera más rica”.

En los años cuarenta y cincuenta, los alucinógenos se estudiaron en cientos de pruebas. Pero en los años setenta, cuando esas drogas se pusieron en la categoría regulatoria más restringida, las investigaciones prácticamente se detuvieron.

Desde más o menos el año 2000, los investigadores las han vuelto a estudiar, básicamente con financiamiento privado. Los dos estudios mencionados partieron de un proyecto de prueba en la Universidad de California en Los Ángeles, en 2011 con doce pacientes de cáncer.

Todos tienen puntos en común. Los voluntarios presentaban ansiedad o depresión relacionada con el cáncer. A los pacientes se les dio un placebo o psilocibina sintética, sin decirles qué estaban recibiendo, por supuesto. Siete semanas después se les administró otra dosis.

Todos los pacientes estaban bien informados sobre la droga, estuvieron monitoreados por dos personas durante las sesiones, ya fuera con placebo o con psilocibina, y fueron examinados en una evaluación de seguimiento.

Los investigadores definieron listas de reproducción de música de siete horas de duración, en sincronía con el ritmo previsto de la reacción de la droga. En la Universidad de Nueva York se inclinaron por temas New Age; en Johns Hopkins prefirieron música clásica.

En la Universidad de Nueva York, los psicoterapeutas trataron de grabarles a los pacientes la sesión en la memoria y les pidieron que escribieran sus experiencias en un diario y analizaran sus experiencias en reuniones. En el estudio de Johns Hopkins, dirigido por el psico-farmacéutico Roland R. Griffiths, había monitores que instaban a los participantes a “confiar, soltarse y estar abiertos”.

Los investigadores de Nueva York evaluaron a los pacientes al día siguiente y encontraron que en la mayoría, los efectos habían sido inmediatos.

El Dr. Stephen Ross, jefe de la investigación y director de psiquiatría de adicciones en la Universidad de Nueva York, señaló que, en cambio, los antidepresivos pueden tardar semanas en mostrar beneficios.

“Los pacientes de cáncer con ansiedad y depresión necesitan ayuda de inmediato”, aseguró. “Especialmente si consideramos que corren gran peligro de cometer suicidio.”

Los investigadores no saben por qué la psilocibina ha dado resultados en estas circunstancias. Las imágenes neuronales de voluntarios sanos tomadas durante la sesión muestran áreas del cerebro que se encienden o en reposo. Los alucinógenos activan un receptor de serotonina que puede provocar las alteraciones de conciencia que suelen reportarse.

Una teoría es que la psilocibina interrumpe los circuitos del razonamiento absorto en sí mismo, que es muy pronunciado en personas deprimidas, dando paso a una experiencia mística de comunión desinteresada.

Los estudios recibieron financiamiento del Instituto de Investigación Heffter, una alianza de científicos interesados en el estudio médico de alucinógenos. El Dr. George Greer, fundador de Heffter, no considera que la psilocibina tenga un futuro comercial, aunque llegara a aprobarse su uso terapéutico, ya que los pacientes solo necesitan una dosis.

Más bien, él piensa que podría haber un fabricante sin fines de lucro que la distribuyera únicamente a clínicas especializadas.

Los investigadores hicieron énfasis en que no debe interpretarse que estos resultados aprueban el consumo de hongos alucinógenos para auto-tratamiento. Griffiths señala que los pacientes requieren de un amplio apoyo, lo cual puede haber profundizado y consolidado las transformaciones de su vida.

“Hay quienes toman psilocibina en fiestas y en BurningMan-el festival de arte y performance en el desierto- pero sus efectos se evaporan como agua que se les escurre entre los dedos”, advirtió.

IMAGEN: Mihai participó en un estudio con psilocibina para ver si la droga, que se encuentra en los hongos alucinógenos, podría reducir la ansiedad y la depresión en el cáncer. Alrededor del 80 por ciento de los pacientes en el estudio mostraron reducciones clínicamente significativas en ambos trastornos psicológicos. (Isaac Brekken / el New York Times)

 

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