El calificativo de normal en Ciencias Sociales siempre genera debate, pues sus implicancias y usos están lejos de ser neutrales. Michel Foucault, sociólogo y filósofo francés del siglo XX, sostiene que lo normal es una construcción social mediada por relaciones de poder, las cuales determinan qué se considera deseable y tradicional. En este sentido, la normalidad no posee un significado homogéneo, sino que responde a fines de control social.
De acuerdo con lo planteado por Foucault, lo normal tiene un propósito específico: hacer aceptables comportamientos que, de otro modo, serían cuestionados. Esa normalidad se convierte así en deseable. Sin embargo, no es estática: varía con el tiempo, con los ideales de cada sociedad y con los intereses tanto de gobernantes como de gobernados. En este marco, los conflictos armados entre países y las tensiones sociales al interior de estos parecen haberse instalado como parte de una nueva "normalidad".
El aumento de víctimas civiles —incluidos niños, niñas y adolescentes— en conflictos bélicos es hoy percibido como algo normal. Que gobiernos sean derrocados por grupos de ciudadanos enfurecidos se ha vuelto cotidiano. La difusión de mentiras defendidas como verdades ocupa el espacio público, y el denostar o perjudicar a los adversarios políticos parece formar parte habitual del sistema democrático.
En consecuencia, lo normal ha pasado a ser la aceptación acrítica de lo que antes se consideraba inaceptable. La pérdida del diálogo, la ausencia de espacios de encuentro y la renuncia a resolver disputas de manera pacífica ya no parecen formar parte de lo deseable. Desde el Trabajo Social, enfrentar esta nueva normalidad constituye un desafío ético y disciplinar. La justicia social y la promoción de los Derechos Humanos exigen cuestionar esta supuesta normalidad y transformarla en una que se rija, precisamente, por esos principios.
Felipe Garrido V.
Jefe de Carrera de Trabajo Social
Universidad Santo Tomás Los Ángeles