Opinión

¿Existe la palabra altiro?

Directora del Magíster en Didáctica de la Lectura y la Escritura
Universidad de Las Américas

Evelyn Hugo, Cedida
Evelyn Hugo / FUENTE: Cedida

Cada vez que alguien pregunta si una palabra "existe", una respuesta habitual —y lapidaria— es: "no, porque no está en el diccionario". Dicha afirmación, aunque frecuente, es engañosa. El caso de altiro lo ilustra bien. Esta palabra circula en Chile desde hace décadas, registrada en conversaciones, literatura y prensa: voy altiro, te llamo altiro. Pese a ello, durante mucho tiempo fue mirada con recelo e incluso corregida en la escuela. Su reconocimiento por parte del Diccionario de la Lengua Española de la RAE llegó recién en 2023, lo que muestra cómo la validación normativa no siempre coincide con la vida real de las palabras.

La confusión proviene de identificar existencia con aceptación académica. Pero, como recuerda el catedrático Enrique Bernárdez, una palabra existe si cumple su función comunicativa, es decir, si una comunidad lingüística la usa y la valida, aunque no aparezca en un diccionario. Por eso, lo que debería decirse no es "no existe", sino "no está registrada". En la misma línea, el experto en lexicografía Javier López Facal comparaba esta situación con la botánica: si alguien encuentra una planta que no aparece en un manual especializado, no concluye que la planta no exista, sino que no está recogida en ese libro. Con las palabras ocurre lo mismo: no es el hablante quien se equivoca por usarlas, sino el diccionario el que no siempre refleja la totalidad del léxico.

Ahora bien, no podemos esperar que un diccionario incluya todas las palabras que usamos. Estos se asimilan a "fotografías" de una lengua en movimiento, no a inventarios exhaustivos: suelen quedar a destiempo, porque los hablantes constantemente generamos palabras nuevas. Mientras una palabra respete la estructura del español —a diferencia de secuencias imposibles como tmgnsap, como ejemplifica Bernárdez— y cumpla una función comunicativa, puede existir.

En nuestro país contamos con una obra clave para visibilizar voces: el Diccionario de uso del español de Chile (DUECh), elaborado por la Academia Chilena de la Lengua bajo la dirección de Alfredo Matus, que recoge expresiones usadas entre 1950 y 2010. A diferencia de un repertorio normativo, este diccionario describe el español en uso, con expresiones como ¿onofre?, guaipe, once o fome que forman parte de nuestra identidad lingüística, aunque no pertenezcan al español general. Así se reconoce que la lengua es también un espacio de identidad, porque cuando alguien dice me fui altiro, no solo habla de inmediatez, sino también de ser parte de una comunidad.

De esta manera, decir que una palabra "no existe" suele ser, en realidad, un juicio social. ¿Cómo no va a existir una palabra que se usa todos los días y que todos entendemos? Lo que en realidad queremos decir es que suena poco culta, no corresponde a la variedad del hablante o incomoda la norma. Incorporar esta distinción en el aula, en los medios o en la conversación cotidiana no significa renunciar a la corrección lingüística. Al contrario: conocer la norma permite elegir cuándo seguirla, cuándo quebrantarla y por qué.

Solo quien domina la lengua puede jugar con ella. Pero excluir palabras por prejuicio o desconocimiento empobrece nuestra visión del idioma y niega su diversidad real. Altiro circula y comunica. Existe. Es parte de nuestra identidad como chilenos. Y como tal, merece ser conocida, comprendida y, por qué no, defendida.

Evelyn Hugo

Directora del Magíster en Didáctica de la Lectura y la Escritura

Universidad de Las Américas

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