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Columnista

La Constitución: casa de todos que deberíamos habitar

Mario Morales Burgos

Profesor

por Mario Morales Burgos

Recién el Consejo  Constitucional  remite al Presidente el texto definitivo con el objeto de que éste sea  sometido a plebiscito nacional, donde todos los chilenos podrán aprobarlo o rechazarlo.

La historia constitucional chilena se inicia a partir del primer ejercicio constituyente de 1811 incluyendo también la Constitución de la dictadura de 1980, (10 textos constitucionales). También debemos señalar el intento de 1826, de proponer un proyecto federalista  y la más reciente del 2022, ambos rechazados. Todos estos 12 proyectos, sin excepción, no han contado con el beneplácito del pueblo, porque éstas han nacido desde comisiones de expertos y consejos que, en esencia, no representan las voces soberanas de la comunidad y, por eso mismo, no son portadoras de los temas reales que le interesan y le importan a la gente.  Las definiciones clásicas nos han enseñado, tramposamente, que la soberanía se expresa en la nación; obviando decir que la nación es un constructo político.  Lo esencialmente correcto es que la soberanía reside y se expresa en el pueblo y en la comunidad, por lo tanto, en materia constitucional, si queremos expresar soberanamente su representatividad ésta debe contar con la participación activa de todas las comunidades que forman parte del país, es decir, del pueblo. En esta materia, lo único que más se ha acercado a ejercer la soberanía popular fueron los primeros cabildos convocados en el segundo Gobierno de la Presidenta Bachelet, de cara a recoger los insumos que formarían parte de una nueva Constitución, pero que desgraciadamente no tuvo tiempo para emerger a la vida.

Los dos últimos ejercicios (2022 y ahora 2023) que se han hecho para disponer de una nueva Constitución han estado traspasados de visiones políticas y también ideológicas, poniendo a dos bandos en disputa, bandos que no se escuchan y que no acuerdan, dándole la espalda al pueblo, el cual, en un acto de enorme generosidad, se ha visto obligado a "traspasarle su soberanía "y representación.

Los ideólogos más fundamentalistas del continente  (Álvaro García Linera) sostienen que una constitución no se construye sobre la base de consensos; principio que deja la puerta abierta a imposiciones y manipulaciones de los grupos más interesados por ejercer el poder desde la Constitución, olvidándose que está no es un programa de gobierno ni tampoco, un botín político para gobernar.

La razón nos dice que es muy difícil redactar una constitución absolutamente acordada y consensuada, por lo que es necesario mirar la historia para aprender el cómo lo hicieron aquellas Repúblicas inteligentes y democráticas, las cuales acordaron dejar instalado todo el andamiaje jurídico, tipo de Estado, derechos y deberes, mecanismos de participación ciudadana y responsabilidades, como así mismo la equidad e igualdad de género, entre otros. Las diferencias las dejaron para resolverlas en el tiempo, a través de modificaciones, ampliaciones o enmiendas como lo hicieron y lo siguen haciendo los norteamericanos. Con estos criterios de flexibilidad y entendiendo que una Constitución no se escribe "en piedra", es que han surgido la mayoría de las Cartas Fundamentales que conocemos.

Finalmente es bueno recordar el por qué hemos invertido tanto tiempo, recursos y energía para cambiar nuestra Constitución. La respuesta es sencilla, conocida y asumida por la gran mayoría de los chilenos; pues no queremos seguir construyendo y desafiando el futuro teniendo como guía la Constitución de 1980, generada y nacida en dictadura.

Mario Morales Burgos

Profesor

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