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La Tribuna
Columnista

La crisis educativa y social

Alejandro Mege Valdebenito.

por Alejandro Mege Valdebenito.

 Si queremos lograr la calidad de la educación hay que cambiar primero la dinámica familiar y con esta la sociedad.      Alfredo Sarmiento Gómez.

 Se han sumado a los deficientes resultados académicos obtenidos en el sistema educativo nacional, especialmente en la educación pública, el alarmante abandono del sistema escolar  de  más de 50 mil estudiantes y los crecientes hechos de violencia, destrucción y atentados contra la seguridad pública y la vida de las personas perpetrados por algunos alumnos de los establecimientos secundarios considerados emblemáticos, situación que no  puede atribuirse solo a la pandemia sanitaria que, si bien aportó lo suyo, no es la responsable del retraso que tenemos en la calidad de educación que se está ofreciendo a las nuevas generaciones, cuyo deterioro se arrastra desde mucho antes y que expresa, sin excusas, en el tipo de educación que hemos sido capaces de construir desde los distintos niveles y responsabilidades que nos compete asumir como sociedad de la que formamos parte y que refleja una grave ruptura con los valores e ideales que una sociedad democrática consciente de lo que ello significa, aspira y sostiene para el progreso, el bienestar y la paz, el bien común en suma, al que todos tienen derecho.

Lo que ocurre en la educación formal o institucional, que se imparte en los establecimientos educacionales, está mediada e invadida por la educación informal, aquella que se produce en el entorno social, difundida y amplificada por los medios de comunicación e información y las redes sociales que tienen una influencia formadora y orientadora mucho más fuerte que el mensaje que se genera en el ambiente escolar, espacio muchas veces desconectado de la realidad del medio social, más si la tarea educativa de la familia se encuentra debilitada o ajena al rol que debe y se considera esperable en la formación de valores de sana convivencia que la institución escolar debe potenciar y donde la voz de profesoras y profesores, con firmeza y sin temor, debe hacerse oír con mayor fuerza y resonancia. No son ajenos a esta crisis  educativa y social el clima político que vive la sociedad y que afecta la convivencia nacional y al proceso educativo la actuación de los líderes elegidos por la ciudadanía para que dirijan el destino del país, que se encuentran agrupados en  más de 20 partidos y movimientos ideológicos (más media docena en trámite de formación) incapaces de cruzar las fronteras partidarias, algunas infranqueables -a menos que sea para cambiarse de un partido político a otro, o crear uno que les acomode personalmente- para ponerse de acuerdo en algo tan importante para la vida ciudadana, como lo son la seguridad, la paz, el desarrollo económico, la educación y la salud. Así, en un círculo vicioso, resulta ser que el problema de la educación es el problema de la sociedad y el problema de la sociedad es el problema de las personas y el problema de las personas son el producto de la educación que reciben. La educación como un proceso integral donde el componente ético de las personas esté nítidamente presente es el camino para la construcción de una sociedad más sana, responsable, solidaria, crítica y autocrítica al mismo tiempo, capaz de superar el individualismo y donde alcanzar el bien común no sea solo un eslogan, siempre efímero, de campañas políticas.

Alejandro Mege Valdebenito.

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