Opinión

La responsabilidad del ser individual y social

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"Es fácil esquivar nuestras responsabilidades pero no podemos eludir las consecuencias de nuestras responsabilidades".  Josian Stamp Charles.

Todos los seres humanos nos encontramos constituidos  por dos dimensiones: como seres individuales y como seres sociales y somos, al mismo tiempo, seres sociales y animales políticos y como humanos tenemos conciencia de la existencia del bien y del mal, siendo por ello  inevitablemente individuos éticos, aunque libremente nos inclinemos por actuar de acuerdo al  bien o al mal. Como seres individuales adoptamos una posición en relación con el medio en el cual actuamos que tiene que ver con al carácter  de la ética que se declara adherir y con las acciones que se practican, la actitud moral, las que usualmente suelen mantener cierta o mucha distancia entre lo que se afirma y lo que se hace, junto a la posición ideológica, religiosa, política, filosófica a la que se adhiere, o al nivel económico y social  que se comparta. Como seres sociales somos parte de una sociedad humana en la cual se adquiere el sentido de pertenencia y de identidad, circunstancia que nos otorga la posibilidad de ejercer derechos y aceptar el cumplimiento de deberes, de las normas y la leyes, necesarios para mantener el equilibrio y la paz social. Los derechos hay que ganárselos y los deberes hay que cumplirlos pues no existen derechos sin obligaciones o responsabilidades que permiten la convivencia y las sanas y constructivas relaciones entre los ciudadanos y las instituciones que son creaciones humanas, como el Estado, que nos representa a todos y cuya función principal es garantizar el ejercicio de nuestros derechos, correspondiendo a los ciudadanos la responsabilidad frente al Estado de cumplir con nuestros deberes y con las leyes y hacer el aporte que permita a la sociedad su desarrollo con armonía e igualdad. Esta relación individuo- sociedad nos ha permitido alcanzar el derecho a caminar libremente por las  calles y el territorio nacional; a sentirnos seguros, a la educación, a la salud, al trabajo, a la vivienda, a la propiedad privada, a expresar libremente nuestra opinión, a participar, a elegir a nuestros representantes, a organizarnos y a tener, al menos, la posibilidad de acceder a los bienes producto de los avances de la civilización y la cultura.

Si en la condición de ciudadanos consientes de nuestros derechos y deberes, cuando la sociedad de la que formamos parte enfrenta conflictos que ponen en peligro evidente la paz social, se invaden y destruyen los bienes públicos  y privados, se atenta contra la saludad psíquica y la vida de las personas, se siembra la desesperación y el medio,  como seres individuales, reclamamos la presencia protectora del Estado para que ponga "orden en el caos" sin siquiera cuestionamos si nuestra indiferencia frente a los problemas sociales, a no escuchar ni querer ver la cruda realidad del entorno, a no involucrarnos para no salir de nuestra zona de confort, no decir lo que se piensa para no molestar a nadie, no crearse problemas o mantener determinados privilegios, estamos renunciando a nuestros deberes y, por tanto, también a nuestros derechos.

Para fortalecer el escudo protector del Estado y la tarea eficiente y oportuna de las justicia,  defender nuestros derechos y asumir nuestra responsabilidad como ciudadanos, no se espera que nos convirtamos en héroes, ni es necesario responder con las mismas armas, con la violencia, la destrucción y el odio, vale la fuerza de la palabra y el ejemplo en la familia, en el barrio, en el trabajo, en la escuela, en las organizaciones, en las redes sociales, en la iglesia, el club, en los medios de comunicación, en la denuncia seria y oportuna; hacer oír a nuestros representantes en el parlamento y en el gobierno nacional y local nuestra opinión y comprometernos con lo que está al alcance de cada uno para hacer de la nuestra una sociedad libre, más sana y mejor.

 Reflexionar seriamente sobre lo que nos está ocurriendo como sociedad es el primer paso.

Así podremos contribuir a evitar aquello  que: "Para que triunfe el mal, solo es necesario que los buenos no hagan nada" (Edmund Burke).  Y los buenos son muchísimos más.

Alejandro Mege Valdebenito

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