Regístrate Regístrate en nuestro newsletter
Radio San Cristobal 97.5 FM San Cristobal
Diario Papel digital
La Tribuna
Columnista

¡A tu belleza, docente!

Guillermo Marini. Facultad de Educación PUC. Vocero Fundación Voces Católicas

por Guillermo Marini. Facultad de Educación PUC. Vocero Fundación Voces Católicas

Todas las personas necesitamos belleza en nuestras vidas. Algo que sea atractivo, hermoso y que invite a detenernos en su contemplación. En general, nos acercamos a la belleza a través de la naturaleza majestuosa, de obras de arte que conmueven, o de experiencias espirituales donde se encuentra la presencia de Alguien que ama, sin condiciones.

Estos caminos hacia la belleza son tan poderosos que pueden hacernos olvidar otros signos en la vida de todos los días que también son bellos, sin ser necesariamente glamorosos o estar expuestos en una galería. Uno de ellos es el trabajo docente.

Algunos podrán pensar que el trabajo docente es repetitivo, desgasta la voz, y obliga a enfrentar desafíos para los cuales un docente no está formado profesionalmente ¿Qué puede tener esto de sublime, fascinante o bello? A simple vista, nada. Y, sin embargo, el carácter cotidiano del trabajo de profesores y profesoras alberga una experiencia de belleza, tan sencilla como profunda:

Un docente enseña a llevar la vida con originalidad. A través de su vestimenta, sus gestos, sus modos de mirar y de hablar, los estudiantes aprenden cómo estos detalles triviales van modelando una personalidad única e irrepetible. Es cierto que el trabajo docente puede ser repetitivo, pero esta es la condición para descubrir por qué vale la pena insistir en ciertos contenidos y prácticas, y dejar otros de lado. Repetir en conciencia, como quien rumea una idea, es un modo de aprender a saborear lo más valioso de la realidad.

Un docente enseña a pronunciar algunas de las experiencias más hermosas de la humanidad: respeto, justicia, sacrificio, don, son palabras que están siempre en su boca. En este sentido, es importante recordar que su sala es dónde aprendemos a enhebrar el lenguaje de las letras, de la emoción y del cuerpo. Esto no está libre de dolores ni de conflictos; por el contrario, un docente suele enseñarnos que somos parte de los problemas que queremos solucionar. He aquí otra cualidad de su belleza, la de buscar la coherencia e integridad en la vida.

Un docente enseña a mantener la esperanza. Antes, durante y después de la pandemia, tuvieron que enfrentar una situación inédita para la cual nadie estaba preparado. Y, aun así, animaron a niñas y niños, fueron en busca de las familias sin internet, exhortaron a aguardar tiempos mejores. Después de un primer semestre de 2022 difícil, esta esperanza todavía está enmarcada por tensiones sociales y políticas de pronóstico incierto. Aquí un docente demuestra por qué también se le llama profesor, porque profesa una esperanza mayor a la incertidumbre: ofrece pañuelos para las lágrimas, ocasiones para el perdón, y proyectos para alcanzar un abrazo.

Es austero y simple. A veces está cansado, y en general pasa desapercibido. Siempre es decisivo. Un docente ejerce una de las formas más nobles de belleza: aquella que brilla, silenciosamente, ayudando a los demás a verse a sí mismos.

Guillermo Marini

Facultad de Educación PUC. Vocero Fundación Voces Católicas

Síguenos: Google News
banner redes
banner redes banner redes banner redes banner redes banner redes

¿Quieres contactarnos? Escríbenos a [email protected]

Contáctanos
EN VIVO

Más visto