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La Tribuna
Columnista

El cambio que necesitamos

Bryan Smith, Observa Biobío

por Bryan Smith, Observa Biobío

El modelo instaurado durante la dictadura nos ha traído grandes avances en materia económica. La pobreza material se ha contraído a niveles jamás imaginados, la inflación ya no es asunto de la prensa, la desnutrición ya no es el monstruo que acechaba a la infancia y tantos otros flagelos de tiempos pasados que se ven tan lejanos por su ausencia. Pero también el progreso tiene fisuras importantes.

Mantener a raya los dolores del pasado no significa que los hemos superado realmente. Si bien hoy tenemos una clase media enorme y generalizada, lejos de los grandes indicadores de pobreza de los 80, esta vive endeudada a suma cero de fin de mes, con posibilidades inciertas de lograr la tan anhelada estabilidad económica que les permita realizarse material y espiritualmente como la Constitución promete; un grupo de la población -10,9% según la CEPAL en 2020- que aún, 40 años después de instaurado el modelo, no logra salir de la pobreza, y una clase muy acomodada que se sostiene sobre una brecha inaceptable... no por nada tuvimos un 18 de octubre.

Pero lo económico, o más bien, lo macroeconómico no es todo, pues es una visión muy de promedios, muy de la teoría del chorreo, y aunque así no lo fuera, el espíritu de una nación no se sostiene sobre su patrimonio material, sino sobre el inmaterial, su cultura, su identidad, sus valores sociales, y justamente este modelo ha sido el campo fértil para el individualismo, donde el -cada vez más complejo- éxito material valida a la persona por sobre sus principios.

Un país donde elegimos por presidente al más exitoso porque solo esas personas, las del éxito material, saben administrar y nos seguimos hundiendo en una vorágine de consumo, de publicidad invasiva por televisión, por las radios, por redes sociales, ignorando -ya es difícil dilucidar si voluntaria o inconscientemente- que nos están metiendo necesidades que no necesitamos, porque saben que pueden hacerlo, porque el sistema valida esas prácticas nocivas que fomentan el consumo, ya que es este consumo, el combustible del modelo, aunque nos enferme, aunque nos endeude, aunque nos distancie, aunque destruya nuestros bosques, ríos, lagunas y mares, y así nuestro legado silvestre, porque ellos lo ven así, ellos lo decidieron así y así debe ser.

Por eso queremos cambiar el modelo por uno que apunte, esencialmente, a replantearnos nuestra sociedad, la interacción con nuestro territorio y principalmente nuestra convivencia porque necesitamos un cambio o pronto sucumbirá nuestro paño de naturaleza y de ahí en más, el desastre.

No hay que temer al cambio, pero tampoco podemos dejar el cambio netamente a las instituciones porque los verdaderos cambios comienzan en cada persona, en cada acción, en la capacidad de relacionarnos de forma honesta, consciente y respetuosa con nuestros pares, con nuestro entorno y con nosotros mismos.

Vencer el individualismo y pensar en colectivo, en el futuro, en mostrar lo que realmente somos... el cambio que necesitamos.

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