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Columnista

Formación inicial docente. Hacia el respeto de las diversidades

Dra. Carmen Claudia Acuña Zúñiga Delegada de la Dirección de Equidad de Género y Diversidad UdeC Campus Los Ángeles

por Dra. Carmen Claudia Acuña Zúñiga Delegada de la Dirección de Equidad de Género y Diversidad UdeC Campus Los Ángeles

La educación en las salas de clases supone un fuerte desafío, no solo por el contexto sanitario que vivimos, sino que además porque el estudiantado es cada vez más heterogéneo y consciente de sus propias diferencias.

Quiénes contribuimos a la formación inicial de profesoras y profesores estamos cada vez más conscientes del fuerte rol que cumplen las instituciones de educación superior, no solo en comprender que la educación en sí misma es un derecho, sino que además en proveer todas aquellas herramientas para formar un profesional íntegro y éticamente responsable. El sistema educativo requiere hoy un equipo docente no solo con competencias técnicas, sino que además con capacidad de escucha y respetuoso de la diversidad de su estudiantado.  

Desde esta óptica, y considerando que el profesorado deberá enfrentarse a distintas identidades culturales, religiosas, de género y orientaciones sexuales, se debe educar en la relevancia de la dignidad y no discriminación de las personas; para ello, entonces, es importante la formación inicial docente, donde los y las estudiantes no solo profundicen en conceptos teóricos, sino que realicen un fuerte proceso reflexivo acerca de sus propias actitudes y prejuicios. ¿Por qué? Porque el espacio escolar sigue siendo un territorio privilegiado en la construcción de las identidades, pero que al mismo tiempo puede suponer puntos de tensión al interior de la comunidad escolar, como ocurre con las diversidades sexuales e identidades de género porque se entrecruza el marco normativo con creencias, prejuicios, valores e ideas propias que cada uno/a ha ido forjando desde el momento mismo de nacer, a través de un fuerte proceso de socialización. 

Sabemos que estos temas no dejan a nadie indiferente y cada uno tiene una postura, siendo difícil ser neutrales. Al ser la escuela un fiel reflejo de la sociedad, se debe trabajar entonces por construir una comunidad respetuosa de las diferencias. Precisamente por ello es que a las universidades, como formadoras de formadores, les compete entregar las herramientas y fortalecer esta preparación para evitar estereotipos de género y así fomentar habilidades y competencias que contribuyan al desarrollo integral de niños.

Hoy sabemos, gracias al desarrollo de la investigación educativa, que un/a profesor/a podría contribuir a romper con la perpetuación de las desigualdades de género o, por el contrario, contribuir a mantener estas brechas. ¿Cómo? Por ejemplo, si un/a docente creyera firmemente que sus estudiantes no podrán desarrollar ciertos talentos en un área determinada (ciencias, matemáticas, teatro etc.) por la sola condición de su identidad de género u orientación sexual.

Uno de los objetivos de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible señala precisamente que se debe garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad, y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos (ods4; ONU, 2015), aspecto que se logrará en la medida que las comunidades educativas generemos una actitud de apertura, respeto y valoración positiva hacia la diversidad.

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