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Bryan Smith, Observa Biobío

por Bryan Smith, Observa Biobío

La clase política -porque sí, se han consolidado como una clase- ha demostrado con creces su incapacidad para gobernar, y no nos referimos exclusivamente al oficialismo, sino a todas las coaliciones y agrupaciones políticas que tienen una cuota de poder en el Estado, pues no gobierna solo quien Preside, pues si así fuese, estaríamos más bien en una monarquía absoluta. Pero la gracia de la República Moderna -o por lo menos en nuestro caso- es que el poder del Estado está dividido en tres para lograr una suerte de equilibrio en ese tira y afloja constante, que más bien debiese ser un diálogo constante entre el Poder Ejecutivo (Gobierno de turno), Poder Legislativo (parlamento de turno) y el Poder Judicial (jueces de turno... algo largo el turno, pero turno al fin y al cabo).

Sin duda que el estallido social dejó a todo este mundillo en una suerte de shock político. Basta con hacer una revisión de prensa para notar las infortunadas acciones, declaraciones o intentos de acuerdos cuchufletos que hemos presenciado desde el 18 de octubre.

Mucho se ha hablado de la consolidación de la alianza entre el Frente Amplio y el Partido Comunista como un bloque sólido y con proyección, pero seamos sinceros, las verdaderas vencedoras y vencedores de los últimos comicios son, sin duda, los independientes, quienes aún no definen tajantemente un domicilio definitivo, aunque no es difícil notar su tendencia liberal valórica y un mercado social y responsable.

Entonces, simplemente nos queda esperar que esta nueva fuerza se consolide en distintos partidos y/o movimientos porque el sistema de partidos políticos como tal no ha muerto. No cabe duda de que la ciudadanía les quitó poder y la nueva Constitución deberá, sí o sí, tener un componente de participación directa sólido y amplio, en el cual las personas y las organizaciones de la sociedad civil puedan expresar con fuerza de ley sus requerimientos, pero esto no es, en definitiva, una lápida al sistema de partidos sino un ¡córrete un poco! que la ciudadanía está empoderada y quiere participar, e incluso quiere crear nuevas organizaciones, partidos y movimientos para entrar a la escena política, con otra visión, con más instinto democrático e, idealmente, más propensos al diálogo.

Pero para que todo este proceso resulte bien, es menester la organización estructural e ideológica de los independientes, porque solo en bloque podrán ser la nueva bisagra de Chile, la falange que capture el centro político tan representativo del sentir ciudadano.

Los partidos políticos están vivos aún y tienen mucha experiencia, suficiente como para hacer que este nuevo bloque surgente pise el palito.

Es importante recordar que no por nuevo un partido, represente la cara del futuro. Sin ir más lejos, el Partido Republicano representa el sentir más duro y cruento de tiempos en que la democracia fue silenciada a punta de fusil, así como Revolución Democrática (partido más fuerte del Frente Amplio) representa ideas que no resultaron y que se han intentado durante más de un siglo, sin éxito alguno más que el de unos pocos, y que ambos son partidos nuevos. Y mencionamos esto, porque para configurarse mirando al futuro es imperioso hacerse las preguntas correctas y observar los errores de la vieja guardia.

El futuro depende de la configuración de este bloque y que se sostenga sobre principios modernos y profundamente democráticos, que le juren lealtad a la democracia por sobre todas las cosas, pues solo así veremos cambios reales en la próxima Constitución... en el próximo parlamento y así en el futuro de Chile.

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