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La Tribuna
Columnista

La urgencia de promover una agricultura sustentable en toda la cadena productiva

Gerardo Wijnant, Subgerente de Impacto en Doble Impacto/ Banca Ética

por Gerardo Wijnant, Subgerente de Impacto en Doble Impacto/ Banca Ética

Impulsar una agricultura comprometida con un desarrollo sostenible representa un gran desafío si deseamos contribuir a un estilo de alimentación saludable que se arraigue en la población. Más aún en estas circunstancias. Por ello, se hace necesario fortalecer toda la cadena de valor que posibilita que el sector pueda progresar, es decir, considerar el origen de materias primas e insumos necesarios, las actividades económicas y técnicas ligadas al tratamiento del suelo y los cultivos, la tecnología e innovación requeridas, el procesamiento, los tipos de embalajes, el transporte y la distribución, el consumo final y también los desechos producidos, su reutilización como material orgánico o bien su disposición final.

En cada etapa del proceso productivo esto incluye tomar conciencia de las eventuales externalidades negativas, vale decir, si se afecta o no al medio ambiente, las condiciones de vida de los productores, las comunidades, el desarrollo local y el rol de las instituciones que impactan con sus normas (a favorecer o no) a un sistema que de verdad apunte a una mayor sostenibilidad y beneficie la salud de la población.

Desde Banca Ética nos hemos hecho cargo de esta urgencia porque creemos que lo que hacemos no es una propuesta alternativa al esquema tradicional, sino una obligación frente a un modelo agotado. Hasta ahora, huelga decir, la alimentación y sus procesos han sido el resultado de un esquema agrícola orientado a maximizar retornos económicos a través de prácticas de cultivo intensivas o altamente dependientes del uso de fertilizantes, plaguicidas, energías no renovables, entre otros aspectos. Esta forma de producir está en crisis y las consecuencias se observan a lo largo de toda la cadena productiva y de suministros: Deforestación, emisiones de gases de efecto invernadero, maltrato animal, etc. Entonces, no sólo se afecta la seguridad alimentaria de las comunidades, sino que también hay un riesgo para pequeños agricultores que sostienen prácticas agrarias tradicionales que, dicho sea de paso, atentan contra la salud de la población.

Pero pese a que el diagnóstico es crítico, en el último año, marcado por la pandemia, se ha iniciado un proceso de comprensión, según el cual realizar proyectos de impacto positivo y en línea con un desarrollo sostenible es más necesario que nunca.

El propósito entonces es potenciar a empresas y organizaciones que promuevan circuitos cortos de abastecimiento, acercando los productores al consumidor final, y promover una actividad agrícola y productiva que favorezca al medioambiente y genere alimentos saludables, justos y respetuosos del patrimonio local de cada zona de nuestro país.

Como Banca Ética, fomentamos el uso consciente del dinero en aquello que hace bien a las personas y el planeta, como es una alimentación saludable y una agricultura que se sostenga en armonía con el entorno. Es nuestra misión y en eso ponemos todo nuestro profesionalismo.

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