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Columnista

¿Qué intríngulis? ¡Ningún intríngulis!

Raúl Caamaño Matamala, Profesor, Universidad Católica de Temuco

por Raúl Caamaño Matamala, Profesor, Universidad Católica de Temuco

Los niños de hoy, el año 2050 tendrán treinta y tantos o cuarenta años. Y hoy, pocos, muy pocos se ponen en ese escenario. ¿Cómo será aquel nuevo tiempo? Más de lo mismo, mejor, peor. ¿No lo saben? ¿Quién lo sabe?

Vivimos el presente, el hoy y, con algo se suerte, mañana, el lunes, los próximos días, el fin de mes. No es usual proyectarse en el tiempo, soñarlo, preverlo, anticiparse.

Para unos, los segundos cuentan; para otros, los minutos suman; para muchos, las horas valen; para varios, los días sí importan; para unos tantos, las semanas son una hermosa espera; para unos cuantos, los meses sí significan; para todos, los años se agradecen. Todo segundo, minuto, hora, día, semana, mes y año es aprendizaje, es vida, es amor,...

Bien, buen ejercicio, aun así, no llegamos al año 2050. ¿Es mucho tiempo? Hay instituciones que efectúan planificaciones a cinco años, a diez; por ejemplo, por estos días, en nuestro país, se conocen planes de desarrollo institucional 2020-2024, o 2020-2030 y a nivel internacional, organismos como la ONU, o Unesco, planean o ejercitan acciones con proyección al año 2050, en los que sobre la base de cifras, experiencias, datos, se escalonan proyectos que apuntan a mejores estándares, a escala humana, con apego y respeto al medioambiente y en sinergia con el desarrollo tecnológico.

Y aquí recuerdo a Céline Cousteau, nieta del oceanógrafo más famoso del mundo, Jacques Yves Cousteau, quien en una entrevista interpelaba al auditorio señalándoles: ¿Puedes mirar a los niños a los ojos y decirles: no me importa tu futuro?

Impresionante interpelación, y nos rebota a todos y todas. A tooooodos. Hay una respuesta, solo una respuesta cabe, mas una respuesta que obliga a la par a una reflexión serena, sosegada, reposada. No da para una respuesta para la galería, para el registro de un acta, para grabarla sin más. Es, debe ser una respuesta comprometida, que implique acción, que involucre decisión, que signifique compromiso.

Lo que se suscribe ahora, nuestras acciones presentes, los acuerdos mayores y menores de hoy, no deben ser cortoplacistas, no deben ser con calculadora; al contrario, deben tener en cuenta al prójimo, al otro, a los que vienen, a las nuevas generaciones, a nuestros hijos, a nuestros nietos. ¿Qué intrígulis?

¡Ningún intríngulis! Los niños y niñas de hoy y de nuestro Chile futuro han de contar en todas nuestras disquisiciones de hoy, pero en favor del bien estar de los niños del 2050.

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