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Columnista

Los niños tienen derecho a vivir en paz

Gina Goñi Goñi, Contador General

por Gina Goñi Goñi, Contador General

Como toda madre que ha seguido el proceso de Ámbar, estoy aún choqueada, no puedo entender que haya sucedido algo tan terrible, tan doloroso y sobre todo que se haya podido evitar...

No puedo aceptar que a ese maldito engendro se le premió con beneficio carcelario después de haber cometido horrorosos crímenes.

¿Qué pasa con nuestra justicia? ¿De qué lado están los derechos humanos?  No es posible que hoy día, en pleno siglo XXI, donde se supone que hemos progresado en economía, en educación, en salud no seamos capaces de defender a los inocentes.

Tengo mucha pena e impotencia de saber que hay mano blanda con aquellos que han aniquilado y sucumbido al dolor, porque cuando se comete un crimen no solo fallece la víctima, sino que la familia entera se muere con ella en vida.

La Constitución dispone que, en algunas materias, las leyes solo pueden tener su origen en la Cámara de Diputados y otras solo en el Senado. En tales casos, el Presidente de la República deberá enviar su mensaje a la Cámara correspondiente, si se trata de una materia de su iniciativa exclusiva. Entonces, me pregunto, por qué es tan difícil para nuestras autoridades cambiar la ley y condenar firmemente actos tan aberrantes como estos.

¿Un asesino, violador o pedófilo puede transformarse en bueno después de once años de cárcel? Yo creo francamente que nunca va a cambiar ni se va a arrepentir, porque la maldad está intrínseca en todo su ser. Ellos no debieran volver a salir jamás del encierro.

Ahora, una niña de solo dieciséis años, que tenga que ir a buscar su pensión alimenticia me parece una aberración, dónde estaba su derecho del niño que en ella no se hizo presente.

Las medidas, o la falta de medidas, de los gobiernos tienen consecuencias más graves para los niños, porque ellos son el futuro, la continuidad de nuestra raza humana, sin embargo, hemos permitido que Ámbar, al igual que muchas niñas más, sean vulneradas sin haber hecho absolutamente nada para impedirlo.

Los niños tienen y merecen el derecho de vivir en paz.

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