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¿Y los niños fuera del Sename?

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por La Tribuna
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Estos días nadie ha quedado ajeno al horror vivido por los niños en el hogar Nido del Sename, y es que el relato parece el guión de una serie macabra. Cuando la realidad supera a la ficción debemos detenernos a reflexionar sobre la situación y analizar todas las variables. Hoy, estamos conmovidos por el relato de estos niños, muchos incluso han decidido no leer ante la magnitud del escándalo, me quedo con la sensación de que la gran mayoría piensa que alguien más debe hacerse cargo de arreglar esta situación, pero ¿estamos nosotros preparados para recibir a estas víctimas en la calle y en los lugares públicos? ¿será que sólo nos mueve el alma la edad de estos niños, y que cuando sean adolescentes ya no nos van a parecer tan inocentes? La ciencia ha comprobado que, tras un trauma en la niñez, como lo es la explotación sexual, las consecuencias no son tan sólo sicológicas, sino también físicas, y se ha demostrado que el cerebro sufre alteraciones en su desarrollo, específicamente en aquellas áreas que regulan los impulsos violentos y la empatía. Paralelamente se ha demostrado que la plasticidad del cerebro humano puede ayudar a compensar este déficit con terapia farmacológica, sicológica y social. Nuestras esperanzas están puestas en que se preste todo el apoyo profesional a los niños y sus familias, y en el mejor de los casos, juntar las piezas y tratar de armarlos nuevamente, pero la verdad es que eso también necesita un factor muy importante en el proceso, y es una sociedad que los acoja. Pero ¿cómo creer en la sociedad que los puso en las manos de sus verdugos? Es incomprensible que las personas que estaban a cargo de protegerlos los expusieran y vendieran. Eso nos lleva de vuelta a la lógica del trauma ¿cómo es posible que personas dañadas cuiden a los más frágiles?, ¿será que nadie lo vio?, ¿será que el filtro es malo? o ¿será que el daño está tan generalizado que no percibimos a estos humanos rotos caminando entre nosotros a diario? Esos niños se merecen que los reciba una sociedad sana, pero, la realidad es que la vulneración que sufrieron es la punta del iceberg de la infancia en nuestro país. Hoy luchamos con ahínco para que el Semane deje de ser una fábrica de humanos rotos, pero parece ser que en casa no lo estamos haciendo tan bien. Por la calle nos encontramos con más frecuencia de la que nos gustaría a personas violentas y con un manejo emocional pobre, son una mayoría abrumadora que se escapa a la explicación que pueden dar las excepciones como el estrés del momento. Tenemos que reformar el Sename de forma urgente, pero también tenemos que ponernos en campaña para que las familias entiendan que los niños son un bien preciado, para que los abusos dejen de ocurrir en el Sename, y que también podamos erradicarlos de los hogares. Con mucha esperanza, deseo que algún día seamos sociedad más sana que sea capaz de acoger a los niños, adolescentes y adultos rotos.

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