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Columnista

Comencemos practicando la empatía

La Tribuna

por La Tribuna
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Soy una persona común y corriente que desea que podamos gozar de imperturbabilidad, la que a veces es tan difícil de obtener.

No necesitamos grandes lujos para ser felices, ya que, en lo personal, siento que lo más importante es vivir en paz.

Solo depende de uno mismo sazonar el diario vivir y hacerlo más agradable.

Si pensáramos más en ponernos en el lugar del otro, podríamos observar que siempre hay alguien que nos necesita. Muchas veces basta con aplicar la empatía para hacer nuestro día más agradable y placentero.

Es impresionante la satisfacción que nos produce salir de nuestra burbuja de confort y tratar de ayudar a los más necesitados. No siempre solo el dinero ayuda, también escuchar, hacer sonreír a una persona que no lo está pasando bien, proporcionar un pequeño regalo, como por ejemplo, ceder el paso cuando vamos conduciendo, o agradecer cuando alguien detiene el vehículo para que podamos cruzar tranquilos una calle.

Regalando tiempo para los demás estamos dejando un gran legado a nuestra descendencia y compromiso de continuar con una sociedad más agradable, cariñosa y menos egoísta.

Existen instituciones donde las personas, sí, las personas como usted o yo, han sido abandonadas para que puedan sobrevivir de la buena voluntad de los demás (de esa que nos cuesta entregar). Suena fuerte, pero sí las hay. Esas personas, que son invisibles a los ojos de los demás, carecen de visitas familiares, pues han sido olvidados en su entorno.

El patrón común que los ha llevado donde están no es otro sino el abandono y desamor desde la niñez. La gran mayoría son hijos no deseados, de padres alcohólicos, drogadictos, y que lamentablemente no han tenido oportunidades en el pequeño y corto paso por esta vida.

Cómo ya decía, no es tan difícil aplicar la empatía para comenzar a crear un ambiente más placentero. Salude al hombre que está en situación de calle, no todos son groseros o violentos. Con este simple hecho hará feliz por un buen rato a una persona y usted se sentirá complacido por haber hecho bien el bien.

Tratemos de luchar por una sociedad más justa partiendo desde lo básico.

Tal vez suene utópico, pero creo firmemente en que si todos aportamos con un granito de arena, el día de mañana podremos caminar hacia un futuro con niños más felices, que verán esperanza en un mundo mejor y el desencanto en sus corazones irá desapareciendo para abrazar un ideal.

También hay muchas mujeres que no lo están pasando bien. Tienen que hacer de padre y madre para alimentar, vestir y educar a sus hijos, y eso todos lo sabemos, pero, ¿qué hacemos por ellas? Aliviemos la carga, si es su amiga, su vecina, o una conocida, partamos escuchándola, acerquémonos a ella y hagámosle saber que no está sola.

Como mujeres debemos ser solidarias, pues siempre hay algo que aportar, cariño para entregar y algo para regalar. De esta forma alivianamos la mochila de una madre que probablemente sonreirá en su casa y sus hijos cambiarán a un ánimo que los hará sentir satisfechos por gozar de lo que desean o por disfrutar de un buen momento.

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