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Columnista

La ancha verdad de los hechos

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por La Tribuna

Salvador Lanas Hidalgo Académico de Universidad San Sebastián

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La crisis social que vivimos ofrece un desafío mayor a la sociedad chilena. Sin embargo, si no encontramos el cauce democrático que nos permita salir de la trampa en que nos debatimos, la solución quedará a merced del extremismo ideológico.

¿Es posible que brille en su esplendor la verdad que muestran los hechos o basta con mirar los sucesos sin profundizar en sus causas? Aristóteles insiste en el libro II de la Metafísica, que es imposible alcanzar la verdad totalmente, dada la naturaleza humana, pero que no se debe renunciar a ella en toda la extensión posible.

Los hechos más relevantes saltan a la vista; marchas multitudinarias en Santiago y en las principales ciudades del país. En paralelo, ha habido saqueos de bienes públicos y privados y la destrucción planificada de las estaciones del Metro capitalino. Vivimos en un estado de tensión máxima que se ha traspasado a las personas y a las instituciones.

Y ¿cuáles son algunas de sus causas? ¿es posible una salida democrática?

El sentimiento de las personas sencillas y de la auténtica clase media que padecía abusos, se transformó en una convicción, porque nunca se detuvo el oprobio. Colusiones varias, alza de las tarifas básicas más allá de lo justo; espera de meses por una atención de salud, pensiones miserables. Y se expresó en demandas sociales que fueron apoyadas por el mundo juvenil y la ciudadanía organizada. Pero, sigue siendo una parte de la ancha verdad de lo que acontece.

Y en medio de la crisis ¿qué ha hecho el Estado?

El Poder Ejecutivo desde sus inicios ha sido errático y hasta hoy adolece de falta de conducción. Y esta falta de liderazgo deriva peligrosamente a las instituciones que conforman el país. El estado de derecho aparece frágil y continúan los saqueos y la destrucción de barrios y ciudades. Las autoridades están a salvo, no así los ciudadanos comunes y corrientes.

El Poder Legislativo casi en su totalidad ha abandonado el mandato popular y sus grupos representativos han hecho prevalecer su mirada partidista y han convertido su labor en algo banal y estéril. La extrema izquierda, fiel a su ideología, ha justificado la violencia y ha alentado la sedición con la petición de renuncia al primer mandatario. A la derecha le ha pasado la cuenta su desprecio por las humanidades y la cultura y se refleja en su falta de ideas y pensamiento.

El Poder Judicial en su silencio histórico y pendular, lo define la omisión.

Jacques Maritain dice que una sola idea, si está bien, nos ahorra una infinidad de experiencias inconducentes. ¿No hay ideas en el país? Sí, las hay. En la crisis, desde el principio, el columnista Carlos Peña ha aportado racionalidad y lucidez al problema que vive el país y desde distintas perspectivas; algo similar ha realizado, el periodista Ascanio Cavallo. Y desde antes de la crisis, los académicos Lucía Santa Cruz y Alfredo Jocelyn-Holt han hecho análisis certeros de la realidad, sin caer en la tentación de agradar a la galería como ha ocurrido con la mayoría del mundo intelectual. Entonces, el imperativo ético a restaurar la democracia en plenitud nos corresponde a todos, pero de modo especial al mundo político. Urge la vigencia efectiva del estado de derecho.

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