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A propósito de un comentario anterior

La Tribuna

por La Tribuna

¿A

qué hacemos referencia cuando hablamos de Evaluación Integral Holística o

Compleja de los Aprendizajes? ¿Cuál es su sentido intrínseco y cuáles sus

características principales? ¿Qué es lo que se debe tener en cuenta para que un

proceso como este, con sus procedimientos e instrumentos, sea considerado como

tal?

Al

respecto, como dato ilustrativo, y elemental, convengamos antes que todo lo

siguiente: no existe quehacer humano -por modesto o superficial que este

resulte ser- en el que no se vea involucrada consciente o inconscientemente, y

para bien de toda persona, la práctica de la evaluación como recurso

indispensable para la toma de decisiones. Con más o menos grados de

sistematicidad y precisión -cientificidad, al cabo- o con ninguna de las dos,

lo cierto es que siempre ha estado y estará ahí, para ser parte de nuestra

cotidianidad social, histórica y cultural en función de lo que hagamos.

Cosa

distinta, empero, es hacer referencia a la Evaluación Educativa en general y a

la Evaluación Pedagógica en particular, en especial si la situación tiene que

ver con la denominada Evaluación Integral Holística o Compleja de los

Aprendizajes, motivo de este nuevo comentario.

En

efecto, para hablar de Evaluación Integral Holística o Compleja de los

Aprendizajes es preciso entender que se trata de una Evaluación Integral por

Procesos; esto es, de una evaluación que, por un lado, teniendo en cuenta una

diversidad de factores que surgen del cruce entre estas/os, se hace cargo de

categorías o procesos tales como el desempeño, las aptitudes y el rendimiento

de los educandos, en tanto que, por otro, de la ejecución, valoración y

teorización que deben expresar los estudiantes como actores principales

(sujetos de la educación) en su proceso de formación y desarrollo, en oposición

a la condición de objetos de la misma que han tenido históricamente en el

proceso educativo.

Esta

evaluación pedagógica de la que hablo se caracteriza por ser holística,

formativa, científica, sistemática, continua, acumulativa, objetiva, flexible,

personalizante, cualitativa, cooperativa, dialógica, metaintelectual-cognoscitiva,

evaluativa y ética en el sentido amplio y profundo de cada término, siendo sus

principios rectores, entre otros, el constituir 

en sí misma un recurso de aprendizaje, anticipar los factores a evaluar,

hacer de las actividades de los educandos el punto de partida, de realización y

de llegada, fortalecer el interés como centro motor que dinamiza el proceso de

aprender de la población discente, averiguar sobre los logros y dificultades

tenidos por los estudiantes como consecuencia del proceso de aprendizaje,

apostar a una apreciación cualitativa sujetiva (del sujeto de la educación) y

subjetiva, al propio tiempo que responde a la idea de formación integral e

integrada; donde se mezclan, desde el punto de vista de la acción evaluativa

propiamente tal, la heteroevaluación (desarrollada por el docente), la

coevaluación (ejecutada por la comunidad de pares educandos desde el

aprendizaje colaborativo) y la autoevaluación (realizada por cada estudiante en

una visión de sí mismo en el proceso de aprender).

El

asunto es que, finalmente, a través de los aportes de esta modalidad de

evaluación pedagógica, el enseñante se hace cargo del proceso de

situacionalización de los estudiantes en sus aspectos endógenos y exógenos

(enseñanza antepreáulica); se ocupa del diseño y elaboración del microcurrículo

o currículo áulico, asegurando calidad de diseño, calidad de conformancia

(adecuación  según la diversidad discente

en la clase) y calidad de servicio a los aprendientes (enseñanza preáulica);

interviene (en) el espacio pedagógico de que se trate (el salón de clases u

otros) con la implementación del currículo áulico planificado considerando un

inicio, un desarrollo y una finalización (enseñanza áulica); y reflexiona para

la toma de decisiones, en orden a considerar los cambios inmediatos y mediatos

que sean menester, respecto de sus expectativas con los educandos, de su diseño

microcurricular y de su propia gestión docente en el espacio pedagógico

(enseñanza posáulica); en la idea final de ofrecer mayores oportunidades de

aprendizajes a sus educandos y de ser protagonistas de los mismos.

Prof. Juan Manuel Bustamante Michel

Presidente de la AFDEM Los Ángeles

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