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La fiebre del contenido

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por La Tribuna

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Todo parece indicar que los años dorados de la televisión están aún por venir. Claro, si usted piensa en la tradicional televisión abierta, esa que proponía educar, informar, entretener y ofrecía una programación estándar, no. Pero si se sube a los Smart TV y navega por la red, verá un futuro esplendoroso en donde todo está por ocurrir. Y por cierto, donde también hay un buen negocio.

El streaming ha provocado una verdadera revolución como la que alguna vez produjo la llegada del VHS, o de la televisión por cable. Pero ahora, todo se multiplica millones de veces, con audiencias globales (sobre La Casa de Papel o Games of Thrones se discute en todo el mundo y al mismo tiempo), con historias épicas y personajes entrañables. La gran ganadora es la audiencia que hoy puede elegir en un mar de alternativas aquello que le interese y verlo cuando así lo estime. Y todo por un costo moderado.

La supremacía de Netflix hoy ya se ve amenazada por HBOGo, Amazon, Disney y hasta Facebook que ha anunciado una plataforma con contenido streaming para sus 2000 millones de usuarios. Con una ventaja: la red social conoce nuestros gustos y preferencias. Nos acostumbraremos a pagar por lo que queremos ver y los cálculos sugieren que desembolsaremos mucho más dinero que lo que nos costaba una televisión por cable con cientos de canales de los cuales seguíamos solo unos pocos.

La pregunta entonces es, ¿qué pasará con nuestra tradicional televisión abierta? Si miramos la historia, nunca el nacimiento de una nueva plataforma ha significado la muerte de su predecesora (aunque siempre se ha augurado). La televisión, la radio y el cine coexisten pacíficamente; incluso estos dos últimos, hoy parecen vivir un nuevo auge.

Ningún medio puede todavía suplir algunas de las ventajas de los canales tradicionales. La instantaneidad, su credibilidad, su capacidad de consolidar una identidad nacional, de interpretar culturalmente a una audiencia que ya conoce, de difundir hechos relevantes para la defensa de valores como la democracia, la tolerancia, la multiculturalidad y otras, seguirán siendo elementos de los que el streaming no podrá, al menos por ahora, hacerse cargo.

Es evidente que la pantalla abierta todavía tiene desafíos pendientes. La interactividad, la integración con las redes y la calidad, son las claves que les permitiría seguir subsistiendo en un mar de contenidos disponibles, donde se hace cada vez más difícil encontrar lo que buscamos. La conversación que los canales hoy puedan establecer con sus audiencias, se hace necesaria en un consumidor que ya no se ve ni se comprende como un ser pasivo. Estamos en la era de los contenidos, de medios que cuentan con múltiples plataformas de manera simultánea, de las audiencias hiperfragmentadas y, en esta revolución, aún todos pueden encontrar su lugar si es que saben y comprenden lo que hoy el público les demanda. Incluyendo a la televisión abierta.

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