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Columnista

El senador Navarro; un negacionista

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por La Tribuna
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La causa de los derechos humanos es demasiado seria para entregársela a un senador irresponsable cuya actuación ensombrece a esta corporación, humilla a millones de inmigrantes forzosos y ofende nuestros sentimientos de simpatía y humanidad hacia un pueblo que sufre.

Cuando nuestro país se llena de refugiados venezolanos escapando de un régimen dictatorial que empobrece al país más rico de la región y avergüenza a un continente, el senador Navarro se enseñorea defendiendo lo indefendible. Su actuación ofende a una nación y agravia nuestra política exterior, que debe ser una y consistente: no tolerar ofensas a los derechos humanos en ningún país hermano de Sudamérica.

Nuestro país no permitió que un exiliado asumiera como ministro por sus dichos que temperaban la señal que hemos querido transmitir con el Museo de la memoria, ¿por qué hemos de tolerar que el Presidente de la comisión de derechos humanos del senado de Chile minimice, tempere o atenúe las graves ofensas a sus derechos que enfrentan los venezolanos?

Cuando Amnistía Internacional y nuestra propia ex Presidenta Michelle Bachelet en su informe como Alta Comisionada de DDHH, condenan al régimen de Maduro, sin excepciones, justificaciones ni excusas, el senador Navarro que debiera representar a este Senado en la defensa de principios universales que todos suscribimos y por los que luchamos se permite cuestionar a terceros independientes que nos merecen respeto y credibilidad. El senador Navarro contra toda evidencia se permite justificar graves violaciones a la libertad de expresión; al derecho a reunión; al derecho a un debido proceso; a la libertad de circulación y al derecho de propiedad.

Cada uno es libre de tener las opiniones que quiera y el senador Navarro no es excepción, pero él tiene un cargo de la más alta importancia en nuestra república, y su actuación debiera representarnos a todos y hacernos sentirnos orgullosos a todos. Sin embargo su actitud ofende los más nobles sentimientos de humanidad, respeto y consideración que debiera inspirar al Senado de la República.

Nuestro país tiene una de las tradiciones democráticas más antiguas de la región y ha sufrido los rigores de la pérdida de derechos y del exilio personal. Ningún país tiene una autoridad moral más grande que el nuestro para hablar de derechos humanos y simpatizar con la experiencia horrorosa que sufre un pueblo cuando se pierden. ¿Cómo reacciona nuestra corporación?, pues bien manteniendo al senador Navarro como presidente de su comisión de derechos humanos. Un negacionista, obtuso y desenfadado.

Es hora que le pongamos fin a una presidencia que no prestigia a este Senado ni al país sino que lo ofende; que no ennoblece a los derechos humanos sino que los envilece y que no dignifica al pueblo venezolano sino que lo humilla.

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