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Columnista

Aquellas leyes que hablan de eutanasia

La Tribuna

por La Tribuna

Hasta hace poco tiempo, en Chile, y el resto de las naciones del

mundo, requirieron de poco tiempo a los legisladores en el Congreso. Pocas eran

las leyes porque la población actuaba con valores y principios, por ser tales,

no requerían  de leyes republicanas.

La Reforma Constitucional aprobada el 2005, dio un impulso

legislativo, justificando, las remuneraciones por años completos a los

parlamentarios y animándolos a presentar leyes por cualquier cosa.

Los estado comunistas eran así. En comentario anterior,

recordábamos el proyecto de Ley presentado por Stalin al Congreso ruso. Fue de

un solo artículo: Dios no existe. Se aprobó por unanimidad permitiendo al

dictador comunista, eliminar todo aquello en que Dios era mencionado. Había

logrado que la República, resolviera tal cuestión. Por de pronto, la Iglesia

Católica Ortodoxa del patriarcado ruso, sufrió la demolición de varios templos

en Moscú y decenas de otros en el territorio y en las naciones de la Unión de

Repúblicas Socialistas Soviéticas, la URSS. En realidad Stalin, en medio de

esta destrucción, sólo cumplía con la ley que le había mandatado el Congreso.

En Chile, alumno aventajado en estos desvaríos institucionales,

tiene cuatro proyectos de leyes sobre formas, (republicanas), de aplicación de

la Eutanasia. Es decir, lo mismo que Dios no existe.  Sí, porque en una ley pretender definir el

cómo hacerlo junto al porqué hacerlo, es tan absurdo como pretender definir los

asuntos que son propias de la fe y en ella, como debe manifestarse y

cuando.  A su vez, la ley, nunca

identifica a personas, sino que sólo permite que se ejecute o no. Si uno de

estos proyectos se aprobara la eutanasia, integrará al Manual de

Procedimientos, sin importar la identidad de quien lo dispone, solo que esté

calificado. Resolver el término de una vida, ciertamente que no es un tema

republicano, por lo tanto, no es tampoco un asunto legislativo. Por ello la

Constitución, en todo su articulado, jamás menciona a la muerte, a pesar de que

es una cuestión finalmente social, esencial del ser humano, pues, independiente

de la forma en que se manifieste, será la sociedad, responsable de ello. En

verdad, nuestra Constitución, dejó la muerte en el ámbito de la espiritualidad,

considerando que nuestra vida-nación, se expresa en la Civilización Cristiana. Por

ello, de este fundamento, surge declaraciones de morir y aun más proclamarlas:

...Y morir por mi patria, si así se me requiriera. Y en lo religioso, la

gloria eterna de quien murió proclamando a Dios.  Y cientos de mártires están hoy en los

altares.

Hoy, la medicina se vanagloria porque ha logrado extender la

vida del ser humano a niveles tales, que las peticiones eutanásicas, están en

aumento. Viven más, pero el deterioro es mayor.

¿Tiene derecho una persona plena en sus capacidades de

discernimiento pedir que se aplique la eutanasia, (disponer de su vida y ser

muerta), porque tiene dolores, su psiquis ya no la acompaña y claramente

fallecerá pronto porque la medicina ha sido incapaz de resolver sus males que

le afectan en la salud?  La respuesta

general es la duda. Aquellos que la materialidad de la vida es su principal aliciente

intelectual, dirán que sí.

Aquel paciente que lleva tiempo, conectado a respiradores

mecánicos u otros elementos artificiales que actúan sobre su cuerpo y él se

encuentra, absolutamente inconsciente, ¿puede desconectarse todo lo extra

corpóreo y esperar su muerte breve?. Siento que la mayoría dirá que sí.

Entonces comienza el debate. Será necesario para ello, obviar la

Ley  porque ya hemos convenido que este

no es un asunto  republicano ni

democrático. En realidad el debate ya iniciado en una Mesa Redonda en el

Hospital la semana pasada, dio sus primeros pasos.  Se sentaron las primeras bases en torno a la

moral, responsabilidad  y salud. Es

decir, se fijó un espacio doctrinario y ello es un buen aliciente para

profundizar sobre la vida, más que la muerte.

Mario Ríos Santander

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